Sunday, December 09, 2007

Liquidez

Cuando abre los ojos, primero uno, luego el otro, le cuesta unos segundos entender algo de lo que ocurre. Todo aquel que ha despertado de una anestesia general alguna vez sabrá más o menos de qué estoy hablando. Antes de mover el cuerpo, hay que mover las pupilas e intentar reconocer el lugar. Nada de hospital, nada de enfermedad, nada de anestesia. La cama es doble, las sábanas y el cobertor, completamente blancos. Las paredes lucen ese color sucio, como tiza, y tienen algunas marcas de tierra y de cinta scotch que había sido pegada y quitada tiempo después.

El cuarto es grande. Frente a la cama, una enorme estantería repleta de discos, de vinilo y de los otros. A su izquierda, una ventana-puerta que da a un patio con plantas deja entrar demasiada luz y hace que todo se vea más cercano a cómo es realmente. A su derecha, él duerme desnudo, dándole la espalda.

Quiero agua.

Todavía inmóvil en la otra punta de la cama, trata de pensar en algo que no sea la sed y el dolor de cabeza. Trata de recordar cómo habían sido los acontecimientos.

A ver... acontecimientos... primero la calle principal con las fotos que se iban sacando, aprovechando que todavía eran adolescentes. Hermosa y maquillada haciéndole fuck you a la cámara. Las amigas. En el drugstore, los chicos, un mensaje de texto, otro, un vino, otro mensaje. Problemas con el cambio y para encontrar la casa. Al fin, la fiesta y nada del otro mundo. El perro molesta a los recién llegados. El enorme gato blanco se sube a un árbol y allí se quedará hasta que se vaya la gente.

Era fácil para ella ser una pequeña estrella en ese lugar. Todos la miraban, todos querían saber su nombre y hablarle. Y contra lo que estaba destinada a ser, se había decidido por la popularidad y las fiestas, por la risa y la verborragia. Al igual que sus amigas, era de lo más agradable, conversaba con todos y se mostraba (aunque no necesariamente estuviera) muy interesada por lo que todo el mundo tenía para decir. Escuchaba las frases ajenas con complacencia, con algo parecido al cariño. No podía ser otra cosa.
Bebe más que los otros y baila un largo rato. Le encanta la música, pero no entiende del tema ni parece querer hacerlo. Ni vale la pena comentarle algo sobre la banda que está sonando.
Se olvida del olor a cigarrillo que va a tener al día siguiente y de las materias que ya se llevó. La primavera es su estación preferida.
Es tarde, tiene sueño y se va a dormir a la única cama que encuentra. El chico de remera roja, quizás el dueño de casa, se acerca a preguntarle si está bien. Sí, lo está. Las amigas le preguntan si quiere irse o quedarse. ¿Querés levantarte, peinarte, ponerte los zapatos, llamar un taxi, esperarlo en la vereda y llegar a tu cama, donde dejaste una alfombra de ropa y apuntes? Me quedo.
Todo tiene muchísimo sentido entonces. Alguien trata de interrumpir su sueño acariciandole la cara, los brazos, hablándole. Es el chico de remera roja. Qué pasa, nada, bueno esta es mi cama. Le gusta el chico pero no puede despertarse. Sí, cree que le gusta y la sensación definitivamente es mutua. Se sacan las remeras, con movimientos torpes. Quiero dormir. En serio quiero dormir. Acontecimientos, ahí estaban algunos.
Unas horas de nada hasta que el sol inunda el espacio y despierta con sed. Finalmente se mueve.
Me duele todo, y cuando digo todo quiero decir: todo.
Su musculosa y el resto de la ropa andan por el suelo. Se viste así nomás y busca la cartera, donde encuentra la cámara, cinco pesos y el celular sin batería ni crédito. Camina por el cuarto hacia una salida, ve un baño, pero no quiere mirarse en el espejo. Se detiene un momento para mirar al chico, cuya remera roja está en la mesita de luz. Debería despertarlo, o dejarle una nota, o...
No sabe qué hacer, y no hace nada.
Al trasponer la puerta, tropieza con el gato dormido.

Tuesday, November 20, 2007

Alto rendimiento

(A mi amiga la bailarina, que no sabía qué eran los blogs. Yo me imagino, quizás erróneamente, que la cosa es más o menos así. De todos modos, más ficción hecha a las apuradas, no vengan a decir "qué exagerada, no es así", porque me enojo).
Un poco más alto, piensa Silvina a las once menos diez mientras practica el último grand jeté. Tengo que llegar un poco más alto.

Trata de no mirar a nadie, ni a Asami Nariki, la estrella japonesa, ni a la preciosa y dorada Inés Durell. Sabe que no debe hacerlo, que una simple ojeada a las demás la volvería mediocre. Y Silvina nunca fue así. Además de ser tremendamente obstinada, trabajadora incansable y clara en sus objetivos, la naturaleza le dio una estructura pequeña, hombros cuadrados, pechos escasos, piernas larguísimas y un par de arqueados pies, a esta altura ya perfectamente deformados.
A los seis hizo sus primeros pliés, dos años después ya bailaba en puntas y a los doce obtenía su primer solo en la muestra final: Cascanueces. La academia donde se había formado era importante y cara, y Silvina siempre fue muy consciente del esfuerzo que sus padres hacían para que continuara yendo año tras año, inclusive permitiéndole dejar el colegio en el que perdía un tiempo precioso.

Ya a sus dieciocho, empezaba el momento de la verdad: cuerpos de baile en serio, contratos en serio, teatros en serio. Ya conocía la rutina. Levantarse a las cinco, peinarse, salir, comer una manzana en el camino. Llegar a las siete y bailar hasta las doce en la Academia. Comer algo en el centro y a las tres entrar a los cursos especiales, hasta las ocho. Volver a casa, bañarse y entrar a internet a buscar. Anotar todo, direcciones, horarios, fechas, cupos. El Ballet Estable del Teatro Cervantes incorpora a tres bailarinas. No decirle a nadie, nunca, porque cuanto más hables más gente va y es más difícil. De todos modos, se terminaban encontrando cada vez. Una carrera contra el tiempo, contra el espacio, contra los ligamentos, contra el cansancio. Dormir.

Silvina sabe que hay otro mundo, pero ignora casi todo de él. No sabe exactamente cómo funcionan las facultades, qué ropa está de moda, qué música se escucha en la radio, a qué lugares se sale un fin de semana o de qué hablan las chicas de su edad. Las pocas amigas que tiene son solo variaciones de ella misma, idénticas preocupaciones, idéntico destino, idéntico cuerpo. Los varones no existen, son esos chicos de leotardos blancos que dan saltos y se van juntos después de los cursos. Apenas se acercan a ellas. Sabe, por sus primas, que las mujeres jóvenes tienen novio, ven mucha televisión y se acuestan tarde varias veces por semana. De hecho, ella misma se durmió a las cinco de la mañana el día anterior: la lluvia golpeando en el techo y la audición de hoy no la dejaron conciliar el sueño antes. Silvina no está totalmente segura de que bailar sea lo que la haga sentir mejor, pero sabe que es buena en ello y que no es buena en casi ninguna otra cosa.
No se detiene a pensar, no quiere hacerlo. Pero a veces le gustaría tener un día entero para pasar en el parque bajo el sol, comiendo frutas, comiendo chocolate, comiendo mucho, enfermándose de tanto comer.

En el salón se siente la humedad y ya son las once del sábado. El piso de madera del escenario emite sonidos graves, sordos, bajo la presión de las puntas. Toc, toc, toc. Cuando empiece la música no se van a escuchar. Ya les sacaron los números del pecho: solo quedan diez y a partir de ahora las llamarán por los apellidos. Todas harán ejercicios de barra y en el suelo, y cada una tendrá al final tres minutos para bailar sola.

Todo pasa muy rápido, la barra, el suelo, Asami, Inés y las otras. Le toca bailar y lo hace perfectamente, cada movimiento se ejecuta solo, todos los músculos, todos los dientes, toda la energía, todos los pensamientos puestos en sus tres minutos. También pasan rápido. La una, pero nadie quiere comer.
Los jueces son cinco, pero las aspirantes solo miran a José Kleifer, el coreógrafo y director del ballet, que no se mueve de su lugar en la tercera fila. Las diez son llamadas nuevamente al escenario. Ahora nos va a decir que todas lo hicimos bien y que la decisión fue difícil pero que solo pueden elegir a tres, piensa Silvina erróneamente.
_Nariki, Durell, Damia. _Dice Kleifer de una sola vez, casi sin levantar la vista.
_A las demás muchas gracias, pueden irse. _Agrega la señora que se sentaba a su lado.

Friday, November 09, 2007

Salida familiar

Nos fijamos detrás y debajo de todos los jueguitos y las mesitas de plástico. Le preguntamos a los demás niños, a las señoras que estaban dentro del pequeño patio de juegos, hasta a la vendedora del kiosco que miraba concentradísima la televisión. No había caso: Aldana no estaba. La madre, al borde de las lágrimas, intentaba solucionar algo culpando a su esposo, un gordito de anteojos cuya prioridad habían dejado de ser, finalmente, los pedacitos de caño que sostenía en su mano.

Media hora antes, el señor y yo habíamos tenido una brevísima discusión. "Señor, los chicos no se pueden quedar solos", "¿pero esto no es una guardería?", "no señor, es un espacio de recreación", "pero voy y vengo", "no la puede dejar, señor", "¿y vos para que estás entonces?", para nada, pienso, y miro para otro lado.

No hacemos nada, me habían dicho cuando me ofrecieron el trabajo por cuatro domingos. Estamos ahí, simplemente, repartimos las hojitas para que dibujen, les damos un casco de plástico, un cupón para los padres, un álbum de figuritas si traen un ticket de compra (por supuesto, no tenemos idea de dónde se venden las figuritas). Los empleados, que trabajan seis días a la semana, nos odian.

Por lo menos hay aire acondicionado. Después del primer domingo, uno descubre algunas cosas: es bueno no llevar puesto reloj, y sacar el celular lo menos posible. Es bueno intentar hacer que entre gente, molestar a todos los padres con la estúpida explicación del premio sorpresa de Discovery Kids, es bueno sonreir a los niños y ver si tienen algo que decir. Es bueno observar su conducta como quien hace algún tipo de experimento piagetiano.

Hay solo dos tipos de nenas: las buenitas, que piden amablemente una hojita y se van a sentar calladamente a un rincón, y las malas, que me exigen que las ayude cuando la florcita no les sale o que se quejan de que aquella otra se lleva los mejores crayones. En su mente, yo soy una simple extensión de la niñera o la empleada doméstica que forman parte de su vida. Las dos, sin embargo, dibujan lo mismo: pasto verde, casita, mariposa, chica linda, arco iris, arbol, flores.

Los varones, en cambio, son mucho más interesantes. Cada uno es muy distinto de los demás. Están los tranquilos, que se sientan a dibujar tonterías, los que se trepan a las mesas, los que hacen verdaderas obras hidráulicas con los lego, los que te preguntan cuantos años tenés y si estás casada, los que extrañan a su mamá, y hasta los que te devuelven la hojita que les das para dibujar y te piden que por favor les hagas hacer sumas y restas.

No me aburro. Sobre todo cuando mi compañera (una señorita de 27 años que hace algo así como teatro de revistas) se tiene que ir a ensayo a las 5 y media y me quedo sola. Ya no me siento incómoda por su presencia y sus constantes quejas de que todavía son las tres o que todavía son las cuatro. Ordeno los lego, por color, por tamaño, organizo los dibujos que van dejando, los lindos, los feos, los que hay que tirar cuando termine el día. Lleno cupones con datos falsos. Tarareo el único tema de The Cure que sonará en toda la tarde entre Julieta Venegas y Cristian Castro y trato de no escuchar la metálica voz que ofrece cursos gratuitos de empapelado o herramientas de fuerza a precios increíbles.

A las siete, siempre se llena. Los niños no me molestan demasiado, salvo para pedirme que les ate los cordones o que les pele el palito de la selva. Son muchos. Sus progenitores están alrededor, los miran, les sacan fotos con el celular, conversan entre ellos, se encuentran. Los casos de padres y madres que se quejan porque no pueden dejar solos a sus hijos son tristemente numerosos. No entiendo nada. ¿Tanto les molesta jugar un rato con los chicos? Digo, es domingo, y se supone que eso es una salida familiar, quizás patética, pero es una salida al fin. Algunos de sus hijos son muy interesantes, cuentan cosas graciosas y dibujan superhéroes. Sin embargo, pareciera que sus padres no ven las horas de deshacerse de ellos, aunque sea por un rato.

Eso le pasó al padre de Aldana, que a pesar de mis advertencias no podía quedarse con ella ni llevársela a comprar los cañitos. Cinco minutos después de que la hubiera dejado apareció una madre joven con un niño hidrocefálico, a quienes nadie podía dejar de mirar. La mujer, rubia, hermosa, tranquila, le ofrecía uno por uno los juguetes de colores. El chiquito ni los miraba. No hablaba, no respondía de ninguna forma. La madre estuvo casi diez minutos hasta que se rindió. Le di un cupón, lo llenó, se fueron de la mano. Una nena me contaba de lo mala que era su prima y un nene me decía que le estaba dando hambre, cuando el gordito padre de Aldana volvió. Su hija no estaba, y yo estaba distraída, despreocupada o sobrepasada por la cantidad de gente. No la vi.

Cuando la madre llegó y empezó a gritarle a su esposo, no pude soportarlo. Les sugerí que la llamaran por el micrófono, pero Aldana tiene solo dos años y no entendería que se están refiriendo a ella. Como casi no habla, tampoco podría decirle a nadie que estaba perdida. La única opción era hablar con los de seguridad para que la busquen por todo el shopping, y fue lo que hicieron. Una nena de dos años con vestido de jean y zapatillas rosas. Desesperación.
Apareció bastante rápido y cuando pasaron, el padre y yo nos miramos, ambos llenos de culpa. La madre llevaba a la chiquita, que no parecía darse cuenta de nada.

En medio de todo el lío, las nueve. Guardo los cascos, recojo los dibujos. Mando dos mensajes de texto. Nueve y cuarto. Meto los lego en dos cubos de plástico transparentes. Junto los pedacitos de crayón que quedaron por el piso. A las nueve y media todo está limpio y cierro el stand. Me olvido de que quería mirar si estaba el libro de Burke en Yenny. Salgo afuera, hace calor, camino hacia la parada del colectivo. En los auriculares suena Elastica. Al fin. No pienso en nada. Tengo hambre, tengo sueño, tengo cincuenta y cinco pesos más que hace ocho horas.


Tuesday, October 16, 2007

señoras de su casa

(Un intento de relato ficcional, influenciado por la realidad y con mucho robo a Dorothy Parker y a otros)





La señora M. se levanta diariamente a las siete de la mañana. La empleada todavía no llegó a esa hora, entonces se prepara apresurada su café y lo vuelve a guardar en el freezer, antes de que la muchacha se lo encuentre. Lo mismo tiene que hacer con las galletas dulces y los chocolates. Terminado el desayuno, edulcorante, manzana, clara de un huevo sin sal, agarra el auto y deja atrás su casa del country. Le gusta vivir ahí, pero la pone de pésimo humor el tráfico que tiene que soportar cada mañana para ir al gimnasio. Se fumaría un cigarrillo en cada semáforo, pero hace más de veinte años que dejó de fumar. Es que es tan desagradable que una mujer fume.

La señora M. llega al establecimiento y saluda a todos, incluyendo al portero, que a esa hora está generalmente baldeando la ancha vereda. "Buen día don José", dice bien fuerte. No es cuestión. La señora M. no se cree demasiado buena como para no saludar al portero. Terminada su rutina de dos horas de ejercicios, que realiza estoicamente mirándose siempre en el espejo, se va sin ducharse. Le dan asco los baños del gimnasio. No es que el gimnasio en sí sea sucio, o tenga algo que sugiera que no es del todo higiénico, al contrario, es de lo mejor que hay en la ciudad, pero igual, siempre puede haber algún gérmen en el suelo mojado u hongos pegados en las cortinas plásticas de las duchas. De nuevo en el auto, mira su celular, generalmente sin mensajes o con mensajes de la empleada, que no sabe si freir las milanesas o hacerlas al horno. Este tipo de cosas exasperan a la señora M., pues la muchacha ya sabe demasiado bien que en su casa no se comen frituras. Debería decirle que no cocine más, pero entonces tendría que pagarle menos y sería mezquino. Y era claro para la señora M. que tampoco estaría bien pagarle lo mismo y que hiciera una tarea menos. Además, odiaba cocinar.
Los chicos llegan a comer entre la una y las dos. La empleada pregunta si le deja comida para el Señor, pero la señora M. dice que no, que el señor se queda a comer en el centro. No sabe por qué esa chica hace tantas preguntas inútiles. Ya sabe perfectamente, lunes, martes y jueves, el señor no come en la casa. ¿Tan difícil era acordarse de eso?
Los chicos hablan poco entre ellos o con su madre. En realidad, los tres son de pocas palabras. Uno menciona algo sobre el partido de rugby que dieron o que darán, otro comenta sobre la fiesta a la que fue invitado ese sábado, el tercero se queja de que tiene que estudiar para los muchos parciales que tendrá esa semana en la universidad privada a la que los tres asisten.
A la señora M le encanta tener hijos varones. Ella es, como se suele decir, la reina de la casa. Y como buena reina, se retira afectadamente a su habitación después de terminar el almuerzo. Cuando enciende el televisor, se queja en silencio de que éste no se ve bien. "En esta casa hay demasiados televisores". Busca otro canal, uno que se vea más lindo. Al fin lo encuentra.
Entonces agarra el teléfono inalámbrico, que tiene siempre junto a la cama. Llama a dos amigas para ver si quieren ir de visita por la tarde, pero resulta que ya ambas tenían planes. Entonces llama a su madre, que no tiene nada que hacer pero tampoco quiere dejar la casa sola. Bueno, dice la señora M, yo iré para allá. Podría llevarle las galletas suizas que le habían regalado las chicas de la parroquia y que eran una permanente tentación. Además, podrían tejer y jugar a las cartas.


La señora S. es una mujer feliz. Siempre ha sido inteligente y ha sabido resolver correctamente cada uno de los aspectos de su vida. Y todo le salió de maravilla. La señora S. no se levanta jamás temprano. De hecho, nunca abre los ojos antes de las doce, y cuando lo hace, ya todo en su casa está funcionando como una máquina aceitada. Las camas de las chicas tendidas, las alfombras aspiradas, los espejos relucientes, los baños limpios, los perros alimentados, el lavarropas centrifugando, el garage todavía húmedo, sin tierra ni hojas. En seguida María le llevó a la cama el desayuno. La bandeja de madera tenía de todo: café con leche, jugo, tostadas, mermelada, queso blanco, cigarrillos y encendedor.

Era maravilloso que María viviera con ellos desde hacía tantos años. Parece que fue ayer cuando le daba el antibiótico a las nenas siempre al horario indicado, cuando les armaba los disfraces para el acto del colegio o cuando ella misma se ofreció a hacerle los souvenirs para la fiesta de quince de la más chica. María adoraba a las nenas, y ellas también la querían mucho. No la molestaban a la siesta ni de noche, y si necesitaban que les arregle o les planche algo en particular, trataban de hacerlo ellas mismas. Solo le pedían ese tipo de cosas en ocasiones super especiales, o cuando directamente, como se suele decir, no tenían qué ponerse.

Las chicas tenían una vida agitada, y por lo tanto su madre también. Era una suerte, pensaba y decía a menudo la señora S., que tuvieran una relación tan estrecha y buena. Sus hijas le contaban todo. La señora S. sabía perfectamente quiénes eran sus verdaderas amigas, quiénes solo las querían por su dinero, quiénes eran sus pretendientes serios y quiénes no tenían ninguna posibilidad con sus hijas. También realizaban muchísimas actividades, y su madre tenía que acompañarlas y apoyarlas en todo, lo cual para ella siempre era un placer. Las buscaba del colegio, las llevaba a gimnasia, las iba a buscar, las llevaba a sus clases de inglés, a las casas de las verdaderas amigas, a comprarse alguna cosita al centro o a las fiestas de los viernes y los sábados. Y las chicas eran una sensación. No solo eran hermosas e inteligentísimas, sino también personas sensibles y buenas. Siempre estaban dispuestas a prestar su ropa, y no les importaba demasiado si les devolvían las remeras estiradas.

La señora S. sentía un enorme orgullo de las chicas, y de que estas compartieran todo, inclusive sus experiencias amorosas, con su madre. Eran verdaderamente amigas. Tanto así, que cuando le preguntaban a la señora S. cómo estaba, ella en seguida decía que estupendamente, que a la más grande le habían dicho que su caballo era el más bonito o que a la más chica justo ese día le había enviado flores un pretendiente serio. En el pueblo eran personas de bien, respetadas y queridas por todo el mundo. El señor era un conocido médico, que hacía cirugías en Buenos Aires y en el exterior, pero que también había atendido personas de su propio pueblo, inclusive algunos pobres, ya que, como él mismo decía, la caridad empieza por casa. El señor viajaba muchísimo, conocía todo el mundo, y siempre invitaba a la señora S. a que lo acompañe. Esta, sin embargo, rara vez iba. Las chicas querrían estar con ella, la extrañarían, no sabrían qué hacer solas. Eran tan aniñadas, tan unidas a su madre, y eso que en un par de meses la mayor empezaría la universidad. Se tendría que ir a vivir sola. Por suerte a la más chica todavía le faltaba un año. Sin embargo, llegado el momento, ya la señora S. sabría qué hacer para ocupar su tiempo. Habría que acondicionar el departamento, pintarlo, cambiarle cortinas, patinarle muebles. Y cuando todo eso estuviera terminado, sería bueno viajar una o dos veces por mes y quedarse unos cuantos días, conocer a las nuevas verdaderas amigas y a los nuevos pretendientes serios. Sería mejor para todos que las chicas no estuvieran tan solas, que se acostumbraran a que la madre a veces está con ellas, dispuesta a prestarles siempre que lo necesiten su consejo y ayuda.
La señora P. no la pasaba tan bien. En primer lugar, era pobre. Vivía en una casa venida abajo con su marido y sus hijitos. Tenían tan poca diferencia de edad que parecían mellizos, pero la niña era once meses mayor. La señora P. se pasaba los días en su casa cuidando a los niños, que eran realmente terribles. Cuando uno quería dormir, el otro quería comer. No la dejaban hacer nada, ni cocinar, ni planchar, ni siquiera ver televisión tranquila. Al final del día se sentía agotada, exhausta, de mal humor. Para colmo, cuando el señor llegaba alrededor de las siete, siempre quería comer algo rico y conversar con ella, que no tenía ganas. Entonces el señor se enojaba y se iba solo a ver television, mientras la señora P. juntaba los juguetitos en una caja y hacía dormir al más chiquito, que era verdaderamente imposible. La señora P. no tenía idea de cómo hacían las madres que tenían más hijos. Ni hablar de las que trabajaban. Ella estaba decidida a no trabajar, a ser una buena madre por lo menos hasta que fueran a la escuela. De todos modos, no tenía nunca tiempo para nada. Apenas lograba bañarse tranquila o tejer algún que otro pullover, que ya alguno estaba lloriqueando o queriendo jugar con algún adorno de vidrio, que ella tenía que quitarle de la mano.
Por suerte, su matrimonio funcionaba bien. El señor la adoraba y quería tanto a los niños. Era una suerte haberlo encontrado, cuando ya era prácticamente la única soltera de su círculo. Era cierto que se había quedado embarazada antes de lo esperado, pero en seguida el señor se había puesto contento y le había propuesto casamiento. Además, como le dijo la señora P. a sus suegros, ella no estaba dispuesta a ser madre soltera. Y él era, lo que se dice, un buen partido. Es verdad que a la señora P. siempre le habían gustado los hombres altos y delgados, como su padre, pero uno nunca sabe cual será su príncipe azul, y si bien el señor no respondía a sus ideales de belleza, era un buen hombre, tenía una bella personalidad y trabajaba mucho por su familia. La señora P. no siempre la pasaba de maravilla, pero tenía que reconocer que estaba mucho mejor que antes. Vivía con sus padres, estudiaba todo el día y trabajaba los fines de semana. Los exámenes y esa maldita tesis la tenían cansada, y salía tanto de noche que ya estaba harta de los lugares de siempre. Tenía un pretendiente que leía mucho y con quien a veces salía. Conversaban maravillosamente. Pero a la hora de la verdad no se había mostrado lo suficientemente decidido, y eso nunca es bueno para una mujer. Por suerte había aparecido el Señor, que ya era contador y que pronto ganaría buen dinero. Para entonces, ya los chicos serían más grandes, y ellos podrían salir a cenar algún día, o inclusive irse de vacaciones solos.




Friday, October 12, 2007

10 razones por las que G.G. fue y es la mejor serie

(Perdón que ya no escriba nada elaborado. Es que tengo tres trabajos. Jua)
  1. Las chicas. Son hermosas. Haaaarmosas!
  2. Los personajes secundarios: son realmente graciosos, incluso aquellos a quienes querés matar.
  3. Sus referencias a música que nos gusta, casuales y sin excesivas pretensiones. "PJ Harvey is a woman!". Inolvidable. En el último capítulo de la 6ª temporada toca Yo la Tengo.
  4. La serie ocurre en un lugar invernal, con ambientes que siempre son acogedores.
  5. Max Medina está re lindo. Jess está re lindo. Logan está re lindo. Bueh, ponele que Luke está lindo también.
  6. Lorelai, cercana a los cuarenta, se alimenta a papas fritas y tiene ese cuerpo envidiable.
  7. El look de Rory en las últimas dos temporadas (nos cuesta creer que sea la mejor alumna en Yale, dirija el periódico, tenga amigas, tenga novio, trabaje, se vista bien, sea la mejor persona del mundo y hasta se pinte las uñas de rojo, pero es genial imaginarlo).
  8. Cada hecho importante viene precedido por muchos pequeños, logrando un ritmo perfecto: ni la lentitud típica de las novelas, ni la ridiculez de The O.C.
  9. Es una serie perfecta para toda chica común. Esto se comprueba fácilmente cuando Rory enamora a un mujeriego hijo de puta y termina dejándolo por preferir su carrera.
  10. Es un drama perfectamente logrado, sin necesidad de recurrir a muertes, drogadicciones, conspiraciones, accidentes con caballos ni cambios de sexo.
Fue un placer que sean parte de mi vida los últimos cinco años. Hasta siempre chicas!

Monday, October 01, 2007

Como Holly en Tiffany´s

Cuando estoy en el centro y por alguna razón me siento triste o preocupada, entro a cualquier perfumería cara y pregunto por el Issey Miyake. Nunca probaría otro. La señora o señorita por lo general trae una caja envuelta en celofán transparente en una mano y un frasco grande y abierto en la otra. Me agarra la mano y me pone un poco en la muñeca. Después me dice, ante mi pregunta, que el chico cuesta 258 y el grande 336, pero yo ya lo sé y, obviamente, nunca voy a comprarlo. Soy un poco frívola, pero no soy rica ni estúpida. Con una sonrisa agradezco, salgo, sigo caminando hacia mi casa. Y huelo así por 12 horas, o hasta que me vaya a bañar. A veces, queda en la remera por varios días. Cuando se va, me olvido del perfume completamente, hasta una nueva situación parecida, un par de meses más tarde.

Friday, September 21, 2007

Sick of this

Cuando empezás a vomitar el té, el agua y el Gatorade, es probable que la situación se te haya ido un toque de las manos.


(acá iba a escribir un largo, bien redactado y tristísimo post sobre cómo estoy enferma desde los cinco meses casi sin interrupción, sobre todos los problemas psicológicos que ello me trae y sobre cómo me perdí y me pierdo cosas maravillosas e interesantes. Pero una vez más elegí alivianar la situación. Me voy a la cama. Até mais).

Monday, September 10, 2007

Belleza y Felicidad

No sé si hay una sensación mejor que la torre, no tan alta como deseada, de libros nuevos, con tapas de brillantes colores y maravilloso olor esperando por ser leídos. Me encanta hacer shopping.

La Guerra contra el cliché

A ver a ver, ¿alguien puede decirme por qué Little Miss Sunshine es una buena película?
De tanto escuchar durante todo el último año a personas, en su mayoría personas que respeto, diciéndome "latenesqueverlatenesqueverlatenesquever", ok, ganaron. La vi. Y no puedo ni comenzar a explicar la porquería que me resultó hacerlo. Tristísimo que hayan gastado ocho millones de dólares en esto.
Un padre que presiona a su familia a que sean, como él, Type A personality, aún a costa de su felicidad. Una madre que trabaja demasiado, no cocina y fuma a escondidas de su esposo. Un abuelo cocainómano, un tío suicida, un adolescente triste, una niña fea que se cree hermosa. ¿El resultado? ¡Una familia disfuncional! ¡Pero qué originales!
Después tenemos una serie de eventos que no hacen más que confirmar la presentación inicial: esta película es cualquier cosa menos algo nuevo o, mucho menos, profundo. La familia emprende el viaje a pesar de no tener tiempo ni dinero para hacerlo, e inclusive el tío y el hermano (sin duda el personaje más copado) son arrastrados a ello sin ninguna necesidad. En el trayecto, suceden toda clase de cosas inverosímiles, incentivadas por el padre, para quien claramente (sí, sí, ya sabemos!) el fin justifica los medios.
Tiene, pese a todo, un par de momentos interesantes, como el encuentro del Tío con su ex novio, o el descubrimiento del daltonismo del Hijo, con la consecuente frustración que esto le trae para su vida profesional.
Pero esto no alcanza para contrarrestar las trilladísimas charlas, "la vida no es más que un maldito concurso de belleza tras otro", ni mucho menos el vergonzoso final, que muestra una nena panzona e insegura haciendo un streap-tease, ocasionando con ello el escándalo en las madres del resto de las concursantes (yo también me escandalizaría!) y el apoyo de toda su familia, que se pone a bailar arriba del escenario, olvidando el ridículo y haciendo caso omiso del hecho de que la gordita no puede ni debe ganar. (Por cierto, me pregunto si se habrá acordado Toni Colette de la escena de Un Gran Chico, sospechosamente parecida).
Mensaje 1: los concursos de belleza para niñas son malos, las convierten en muñequitas perfectas y en futuros objetos sexuales. No las dejen que miren televisión, y háganlas leer libros.
Mensaje 2: tu familia puede ser una mierda, pero al final todos te quieren y estarán siempre que los necesites. Patrañas.

Wednesday, August 29, 2007

Romántica

"I was looking for a job and then I found the job, and heaven knows I'm miserable now..."
Morrissey, 1984
Ayer, casi sin quererlo, tuve mi primer entrevista de trabajo. Necesitaban una persona para el local del nuevo shopping de una tienda de ropa deportiva. Yo esperaba un trabajo de escasa responsabilidad, sin contratos muy serios y sin un sueldo muy abultado, por supuesto.
Fui, me entrevistaron y una cosa llevó a la otra. Me preguntaron si sabía manejar una caja registradora y dije la verdad: sí. Fue entonces que todo se desvirtuó, por no decir que se fue al carajo. Me ofrecieron un puesto de cajera, en blanco, en el local del centro y durante ocho horas diarias: de 9 a 13 y de 17 a 21. El sueldo era de 1200 pesos mensuales. Tendría obra social y aportes jubilatorios. Me dijeron que lo pensara, y que, "cualquier cosa", me llamaban hoy.
Yo, que sabía que me iban a llamar, estuve meditándolo. Nunca me habían ofrecido algo así, en esta ciudad no existe ese tipo de sueldo y podría ahorrar bastante dinero. Probá, me dije, y cualquier cosa renunciás. Pero fue entonces que me acordé de la cantidad de chicas que pasaron por mi negocio, en condiciones similares, jurando y perjurando que sí, que pueden, que quieren, que no tienen problema de vivir encerradas en un local, y que renuncian veinte días o un mes más tarde. No quería ser una de ellas.
Después pensé, trabajá tres meses, hasta diciembre, y te vas dos meses de vacaciones a Uruguay o a cualquier parte. Pero casi me pongo a llorar pensando en los exámenes, en las Interescuelas, en los libros que quiero y que debo leer, en las cosas que quiero escribir, y básicamente en todo lo que deseo para mi vida y en cómo un trabajo tan serio y normal me alejaría cada vez más de todo ello. Es mucha plata, es demasiada plata. Y la cuestión es que, siendo totalmente honesta, en este momento, en este lugar, en estas circunstancias, no la necesito. Tengo mis ahorros, mi casa, mis padres, mi obra social. Tengo cosas que hacer, que pensar, que establecer. Quiero una rutina mínima para mi vida, no una vida rutinaria. Bueno, quien sabe, quizás no me llaman, pensé finalmente.
Pero me llamaron, claro, hoy al mediodía. No actué bien. Tartamudeé, me contradije, y terminé rechazándolo. Después de hacerlo, obviamente, me sentí mal y estúpida. Nadie hace semejante cosa. Pero necesito ver mi realidad, y por miles de cuestiones, entiendo por qué lo hice. No quiero ser una chica que se levanta, se va a trabajar y se duerme. Sigo buscando trabajo, obvio, algo de medio día, de 500 pesos, de pocas horas, de fin de semana. Algo que me permita estar pero no estar del todo.
Fue una caída. Fue como si apareciera el príncipe azul y te dijera: te propongo matrimonio, pero es matrimonio o nada. Y lo que querés no es casarte, sino tan solo salir a cenar y, quizás, darte unos besos.

Monday, August 27, 2007

talento natural

Ultimas horas en casa de mis padres.
Yo, sentada frente a la pc cargando el falso i-pod.
Madre, que había estado ayudándome a armar las valijas, aparece en la sala. Tiene cada una de las dos partes de la cajita de madera con puntitas adentro en una de sus manos. Se me acerca y con una sonrisa me dice:
_Una curiosidad hijita, ¿qué es esto?
Giro la cabeza y, sin la más mínima expresión ni respuesta preparada alguna, contesto:
_Una moledora de pimienta.
_Aaaaaaah.

Saturday, August 11, 2007

juro que no sé cómo pasó

El martes entré a un negocio (caro) a buscar zapatillas. No encontré, pero compré un par de zapatos preciosos que quería desde el verano. Acto seguido entré a otro negocio (carísimo) en el cual tampoco conseguí zapatillas, pero del que me llevé un jean que me queda grande. El miércoles dejé señada una cartera que no combina con nada de lo que tengo. El jueves, mientras caminaba al supermercado, señé un pullóver a rayas y horas después, en el mismo acto de retirarlo me llevé dos remeras. Y ayer, cuando iba a devolver las películas a Blockbuster, en un acto de impulsividad cuasi menemista me decidí, pasé frente a Musimundo y compré el mp4, que es realmente una preciosidad.
No obstante, me estoy quedando sin dinero, sin tiempo y sin zapatillas, dado que las que tengo parecen envejecer un año a cada instante. sumado a ello, no puedo parar de comprar cosas que en su mayoría no necesito. tengo el síndrome de la brasilera en bariloche, lo cual se traduce como: estoy fuera de control.

Sunday, July 29, 2007

luto

A las seis de la tarde de ayer, dos perros mataron a nuestro gatito Iron. Es el día más feo del año y uno de los más feos de la vida, por supuesto. Hacía meses que no lloraba, y lloré tanto que se me saltó una de las lentes. Igual, no me costó encontrarla en el piso: había dejado una mancha mojada. No quiero comer, ni leer, ni escuchar música. Estoy triste, mierda. Demasiado.

Monday, July 23, 2007

&$"&&()/""!·$"·

Y bien, después de tomar tres taxis, un Tienda León y dos aviones, I'm home, desde hace ya varios días, pero no tenía ganas de escribir nada. A pesar de todo, Bariloche es un lugar que no me inspira a mucho más que dormir, ahorrar dinero y hacer cosas prácticas que requieren tiempo, como cambiar los cristales de los anteojos e ir al dentista. Me levanto relativamente temprano para ir al trabajo. Mientras tanto, snow is falling falling falling falling falling falling falling falling falling... la nieve es una cosa espantosa para tener que vivir en ella, pero al mismo tiempo el solo verla da esa preciosa sensación de limpieza y prolijidad, aunque efímera, claro.
Me daba miedo hacer el viaje, olvidarme cosas, hacer mal algo muy importante. Es porque soy una pueblerina, por supuesto, me falta calle como dicen. Por lo tanto, ir a comprar pesos argentinos y que solo haya cien, e ir a comprar dólares y que ambos billetes tuvieran unos extraños sellitos infantiles me parecieron problemas terribles, aunque, por supuesto, ninguno de esos hechos tuvo ninguna consecuencia.
Como vine en Aerolineas, ya en la mesita de al lado nuestro en el Mc Donalds del aeroporto Salgado Filho había dos argentinos importantísimos comiendo ensalada con mayonesa y hablando en español de sabrá dios qué asuntos. Es infaltable mencionar que me comí la Big Mac (nunca sé que pedir ahí, termino pidiendo Big Mac porque es lo único que viene a mi mente) con una agrónoma paraguaya que será millonaria engordando animales y con un arquitecto uruguayo afiliado al partido comunista. Meu Deus, los quiero tanto.
Las chicas fuimos al baño una por vez, y aun asi no hubo tiempo ni ganas ni horario adecuado para una despedida mejor. Perfecto así, entonces. Nada de llanteríos ni de "te voy a ir a ver", que se yo, no daba. Para colmo una vieja ahí nomás, en el pre-embarque empezó a chillar que le había desaparecido una bolsa de tela con manijas, adentro de la máquina que registra el equipaje. Entré al Duty Free a hacer tiempo, compré On the Road en portugués y galletitas suizas para mi amiga Eli, aprovechando a deshacerme de mis últimos veinte reales. También tiré al piso el frasco probador de J'adore... Jesus... no le pasó nada.
Cuando el comisario de abordo me dijo "buenos días", así, en español neto y argentino, pensé "fuck, de hecho me estoy yendo". Casi me pongo a llorar en el asiento. Bah, en efecto me puse a llorar, solo un poco. Pensé en la remera de Beat Happening, en el fotograma de La infancia de Iván, en la cama todo el tiempo deshecha y en el impacto emocional que puede a uno causarle un conjunto de detalles tan pequeños y tan aparentemente inconexos. También pensé en eso de que "los aeropuertos son lugares netamente prácticos y de paso. Uno va a ellos solo por necesidad y entra a sus negocios sin intenciones verdaderas de ser bien atendido y menos de comprar algo. Las empleadas podrían cambiar todos los días y uno no se daría cuenta nunca. Los aeropuertos son lugares sin personalidad, sin clientes, sin estilo". Me fascina cuando alguien es tan apasionado por lo que hace que teoriza permanentemente respecto a ello y uno termina interesándose también. Me di cuenta en ese momento, creo. Cualquier persona puede fascinarme si tiene ese modo de vivir lo que hace. Será porque yo no lo tengo aún del todo desarrollado.
Perdón por la obviedad pero... qué hermoso es Buenos Aires! Inclusive andar una hora en taxi es placentero. Más si hace frío polar y por fin no estoy cargando mi valija de 25 kilos. Eli está muy bien, por fin conocí su linda casa. Comimos empanadas y la pasamos estupendamente. Al día siguiente un botón del tapado voló entrando a Aeroparque. Nadie se dio cuenta. Yo sí pero seguí de largo. Hice check-in rapido, pagué 7 pesos un café y una medialuna y me aburrí un poco hasta que llegué aquí. Qué puedo decir... mi hermana está hermosa y cada vez más apática, más enojada. Mi padre anda muy callado, creo que cansado. Mi madre está seriamente flaca y compra toallones compulsivamente. La vida transcurre sin mayores sobresaltos y creo que si estoy tan tranquila es porque no regresé aún a mi verdadera vida. Eso sí va a ser un lindo caos...

Saturday, July 07, 2007

Tan bella

Siempre me pareció bastante estúpido que una persona te pregunte por tu canción, banda, comida o película preferida, porque sobre todo en lo que se refiere a cine, cuando me preguntan algo así nunca sé qué contestar. Entonces respondo lo primero que me viene a la mente, o sea nada. Pero ahora, aunque no sea del todo cierto, ya sé al menos qué me vendrá a la mente la próxima vez que alguien me lo pregunte: "My Fair Lady", contestaré.
My Fair Lady, el musical de Alan Jay Lerner y Frederick Loewe, adaptado de la obra Pygmalión, de George Bernand Shaw, data de 1964 y es la historia de una chica vulgar, su profesor de fonética y el amigo de este. Es una historia de aprendizaje, de princesas, de desafíos. Es una historia de amor en la que nunca termina de quedar claro cuales son sus elementos: si un padre y una hija, o un hombre mayor y una joven, o un profesor y una alumna. O ninguno de ellos. O todos a la vez.
Es una historia en la que él, un sesentón elitista y misógino, le transmite a ella, inteligente y chistosamente ingenua, no solo todo su conocimiento sino algo mejor: su pasión por el conocimiento mismo. Claro que finalmente es él quien se quiere llevar todos los laureles, pero para ese entonces Eliza Doolittle, aunque algo confundida ante en quién se ha convertido, adquiere una seguridad que le es propia, y que está más allá de todo lo que su profesor-padre adoptivo-objeto de deseo pudo haberle dado. Ella lo odia, porque el es insoportable, machista y superior a ella. Su único sueño es conversar con el rey para convencerlo de que le corte la cabeza. Pero también acaba por apreciar lo que su maestro le da: no solo educación, una casa bonita y buenos chocolates, sino fundamentalmente el descubrimiento de lo que la propia Eliza es. Ex florista, criada sola en el mundo y tan opuesta a su padre, un borracho simpático que no tiene ningún problema de cantar que "with a little bit of luck" se puede conseguir lo que se necesita, Eliza es desde el primer instante una dama, solo que todavía no lo sabe.
Fuera de la trama en sí, me gustaría hacer un par de observaciones. Las canciones son, en su mayoría, una verdadera maravilla, especialmente "Without you", en la que ella le intenta explicar que el mundo seguirá girando, la lluvia seguirá cayendo en las planicies españolas (evocando la posteriormente famosa frase "The rain in Spain stays mainly in the plains", con la que Eliza consigue aprender a hablar correctamente) y Keats sobrevivirá de algún modo sin él, y "I´ll miss her face", único momento de la película en la que el profesor Higgins se sincera, aunque sea solo a regañadientes, y asume que está totalmente involucrado, nunca sabremos con certeza a qué niveles, con su alumna, la complicada, impulsiva y díscola Eliza (why can´t the women be like the men? se pregunta el inglés).
Sumado a ello, tanto el mobiliario y fotografía como la indumentaria evocan perfectamente la maravilla de Londres en 1912, y los papeles secundarios, como Mr. Doolittle, el ama de llaves y la reina que parece ser la madre del profesor Higgins, son impecables.
Por último, amigos, estrellas eran las de antes. Audrey Hepburn, que en Breakfast at Tiffany´s puede haber dejado al público queriendo algo más, aquí se luce como nunca y la única palabra que parece adecuada para describirla es: perfecta. Además de su impactante belleza y su talento tanto al actuar como al cantar, en My Fair Lady Hepburn demuestra tener y saber hacer uso de algo que la mayoría de las actrices bellas, tanto de su época como de todos los tiempos, no parecen tener: es graciosa. Realmente hace reir. Tiene la versatilidad de hablar cockney, comer con fruición y chillar malas palabras sin timidez, mientras que media hora más tarde baila el vals con un príncipe, sin perder en ningún momento la gracilidad ni el humor.
La película ha sido interpretada como guerra de los sexos y hasta como lucha de clases, (vió que el marxismo da para todo). Yo prefiero entenderla como una bella creación, llena de una ternura que no empalaga y de un dinamismo que hace que las dos horas y cuarenta minutos transcurran como si nada. Prefiero pensarla y disfrutarla como lo que creo que es: un mágico cuento de hadas que la hace a una salir del cine y respirar profundamente el aire de invierno, convencida de que puede hacer todo, en fin, ser todo.

Thursday, June 28, 2007

High Fidelity

Las cinco profesiones ideales, en orden de felicidad:

1- Coolhunter de Chanel, si es posible casa Londres.
2- Novelista genial y exótica.
3- Dueña de una pequeña librería.
4- Periodista.
5- Historiadora.

No está del todo mal, no?

Juro que después escribo algo decente, pero anoche pensaba en este top five sin parar.

Thursday, June 21, 2007

Damas y caballeros, Fútbol!

I) El lugar: aeropuerto internacional de Porto Alegre. La hora: 7 menos cuarto de la mañana. La llegada de la horda sucedía de un modo atroz: doscientas personas, muchas de ellas ya ebrias y luciendo sus camisetas a todo color, entraban al edificio del aeropuerto aún silencioso llenándolo de ruido y terribles gritos en español. Era fácil imaginarlos a ellos, una hora antes, pidiéndole más vino a la azafata o llamando a Juampi o a Gonzi para que, tras el pedido del copiloto, dejaran de intentar meterse en la cabina. Se trata de esas personas que creen que, solo porque pagaron un boleto de avión, son dueñas del planeta y todo lo que hay en él. Desconocen, por supuesto, que los pasajes de Gol en baja temporada cuestan apenas unos pesos que el más vulgar de los coches cama, y que no es rico ni poderoso en lo absoluto, sino más bien un payaso patético y común, cuyo único motivo de viaje puede ser un partido de fútbol en el cual es completamente obvio que su equipo va a ganar. Los esperaba una rubia cincuentona, brasilera, con camiseta azul y oro, calzas beige y cartera de animal print. Tras quince minutos de deliberación en una lengua ininteligible (ella hablaba a altísima velocidad en portugués paulista y ellos en español como si estuvieran en Corrientes y Callao) la delegación comprendió que debía seguir a su coordinadora como un grupo de egresados condescendiente. Abandonaron entonces el recinto y se perdieron en la oscuridad del día, apenas comenzado.
II) El sol salió como nunca en Porto Alegre, y los que creímos falsamente en una resolana invernal no supimos que hacer con los tapados y las botas una vez que se hicieron las once. Parecía verano. Es el calor del Gremio, era el comentario popular. Es el calor del fútbol. Compramos unos helados palito de limón (limão) y volvimos a dormir siesta a la casa, dado que las clases, por supuesto, se habían suspendido. Más tarde, nos metimos en una muestra de Goya muy interesante pero poco frecuentada, y hacia las ocho de la noche salimos al centro.
III) Mi abuela hubiera dicho que era una noche segura. La ciudad estaba llena de policías vestidos de verde militar y con armas larguísimas como nunca había visto en mi vida. Qué harán el resto del año, me debo haber preguntado en algún momento, dado que nunca había visto uniformados en la vía pública durante los cuatro meses que llevo aquí. Los bares, los autos, las ventanas de cada departamento de cada edificio, todo cubierto de camisetas azules, blancas y negras. "No hablen español", nos habían aconsejado. Parecía ser que solo podíamos ser argentinos a quienes había que, como mínimo, escupir. Esperamos casi media hora por las hamburguesas. Cuando terminamos de comerlas y salimos, el partido ya había empezado y el silencio y la quietud de apoderaron de las calles.
IV) El Gremio, como todos ya saben, perdió por dos goles a cero en su propia cancha. Y hoy, durante el almuerzo, me contaron muchas cosas. Me contaron de los miles de reales apostados por fanáticos irracionales. Me contaron que, tras las apedreadas a un colectivo, decidieron no dejar salir a los boquenses de la cancha hasta dos horas después de terminado el partido. Me contaron que una chica brasilera no se levantó de la cama debido a una crisis depresiva y que otra, también brasilera, salió al balcón a las diez de la mañana de hoy y se levantó una camiseta azul y oro, exhibiendo sus pechos, al grito de "Gremio putos" (o algo así, ponele). Y yo, en ese momento, me acordé de mi padre, quien lleva años diciendo que "estas brasileras aprovechan cualquier festejo para ponerse en bolas".
Personalmente, me pareció un bonito gesto.

Monday, June 11, 2007

Y andá a cantarle a Gardel

A pesar de que M había jurado que las ocho estaríamos finalmente liberados, a las 20: 45 seguíamos allí, en la Comisaría de policía militar de Canela, a 150 kilómetros de Porto Alegre. Detrás de un escritorio de melamina beige descascarado, que no portaba más que una computadora vieja y una impresora matriz de punto con un rollo de papel continuo, un amanerado secretario de gafas gruesas tipeaba con dos de sus finos dedos dato tras dato. Estrangeira, escribió en el recuadro de procedencia. Branca, en el correspondiente a raza. Los nombres de mis padres decidí escribirlos directamente yo.
Dos metros más atrás, en los respaldos de unas sillas acolchadas, se intentaban secar tres pullóveres húmedos, junto a unos jóvenes negros llenos de aritos en el rostro que acababan de ser arrestados por romper los vidrios de no sé donde. En un rincón del reducido despacho, un carioca rubio y flaco chillaba demencialmente por su chaqueta supuestamente Armani, mientras el administrador del Parque da Ferradura iba de la tolerancia a la desesperación al tratar de explicarle que no, que no podría darle en ese mismo momento los quinientos reales que el otro le exigía. La novia del carioca, una abogada que ya había hecho más de una amenaza de juicio, intentaba desesperadamente conseguir señal con su celular para hacer la denuncia de la pérdida de las tarjetas de crédito, intercalando con rápidas preguntas al secretario acerca de cuanto tiempo más se tendrían que quedar. La señora, que en realidad había nacido en 1982, me desagradaba. Pero yo me estaba preguntando lo mismo. A las cuatro de la tarde, cuando por fin terminábamos de subir esa hermosa montaña eterna, lo único que quería era sacarme las zapatillas y cambiarme la remera. Tres horas después, mis prioridades eran otras. Firmar. Volver. Pedir prestados un shampú y un toallón para bañarme.
_Vamos a comprar Doritos.
_Nah, dejame de joder.
_Dale, vamos.
_Bueno.
Por si fuera poco, lluvia torrencial y una ruta desconocida. Cuando abrí la bolsita me dí cuenta de que no había comido nada en todo el día.
Volvimos a entrar. Un oficial se me acerca con una libreta y me pide los detalles, que empieza a anotar. Bolso (qué características) perfume, (qué marca), jean (de qué color) dinero, (cuánto) documentos, (cuáles). Yo masticaba sin ganas y pensaba en mis botas, de las que no había llegado a hacerme una idea concreta. No importan las cosas, te dicen todos, lo importante es que estés bien, que no te hayan lastimado. Que no hayas perdido el pasaporte. Que no hayas llevado música. Es todo mentira. No es posible que uno tenga algo y luego no lo tenga, que hayan tocado mis cosas, que hayan visto la foto de mi documento y mi agenda y mis medias sucias del día anterior. No es posible, no tiene sentido.
Y la abogada carioca, que tienen que hacer algo, que mire el agujero que le hicieron a la cerradura del auto -le mostraba fotos- que tienen que tener alguna responsabilidad. Y el administrador, que tiene que hablar con sus superiores, que todo es en última instancia negociable. Nosotros, nada. Firmar. Volver.
Las vacaciones otoñales fueron muy lindas. Unas sierras maravillosas, frío sin lluvia, brasileras ricas de quienes reírse, chocolates, caipirinha, lindo hotel, auto alquilado. Buen humor. Todo bien. Tiene razón M, claro. Prohibido recordar este viaje como "esa vez que nos robaron". A las nueve y cuarto, firmamos, saludamos a la gente, salimos, alguien dijo una boludez, nos reímos, compramos comida árabe y comimos en el auto. Volvimos cantando y tomando Coca Cola. Fue genial, fue todo una maravilla. Pero nos robaron, y no tengo toallón ni delineador ni DNI. Es una estupidez, es ridículo, pero me molesta demasiado.
Y eso, al menos en estas primeras 24 horas, no es negociable.
Update 13 de junio: encontraron mi DNI!!! En Sao Leopoldo, a 50 km de aquí, y mañana mismo me lo mandan!!! Puedo votar!!! Voy a llorar de emoción.

Tuesday, June 05, 2007

Portugal, ali têm meu carnaval

Como mi vida marcha de mil maravillas y me esperan los mejores cuarenta días del intercambio (y por qué no del año), me parece poco apropiado hablar al respecto, cuando el planeta está repleto de gente triste. Es por ello que, una vez más, voy a criticar gente, no por diferente, sino sencillamente por imbécil.
Me levanté maldita y voy a hablar de Portugal o, mejor dicho, de losportugueses.
Hace como dos meses, el señor rector de la UFRGS (recuerden: Urguis) nos invitó a una presentación de estudiantes de intercambio de todo el mundo, seguida de ágape. (Realmente es pertinente hacer un paréntesis para referirme al mismo, una cantidad descomunal de bocaditos de frango con catupiry y aceitunas negras, pequeños brownies, pastelitos con ricotta, nueces y azúcar rubia, etc. G. se quejó varias veces de que no había champagne. De todos modos, ese día comimos demasiado). En dicho evento, como soy una superficial, rápidamente me llamaron la atención tres jóvenes, dos chicas y un chico. Caras raras, mucho pantalón ancho, mucho arito en la boca, mucho Ray Ban, mucha remera multicolor superpuesta. Eran portugueses, y desde ese día, para todos nosotros, losportugueses. El muchacho, la linda y la petisa. Estudiantes de Ciencias Ambientales (sin comentarios).
Esa noche nos juntamos como veinticinco personas de muchos países a tomar unas cervezas después del convite. Esta galera portuguesa vino con nosotros, y la verdad es que en un principio me cayeron bien (repito, porque soy una superficial y me pareció que tenían onda). Después de ese día, durante los sucesivos encuentros que tuvimos, (que tampoco fueron muchos) la verdad se me fue revelando: son unos imbéciles. La linda, contra todo lo que nos dice el cliché, es la más inteligente y agradable, y su supuesta bisexualidad con la que decidimos hacernos la cabeza me agrada bastante. Los otros dos, meu deus, no quiero ni pensar en sus hijos.
En primer lugar, nadie les entiende cuando hablan (ni siquiera los brasileros), dado que lo hacen a alta velocidad, riéndose permanentemente y sin abrir demasiado la boca para emitir los sonidos. Nena, pensá un segundo, si le estás hablando a alguien que no habla tu mismo idioma y no te entendió lo que le dijiste, no le repitas lo mismo a la misma velocidad y en el mismo tono, porque no estás resolviendo el problema de comunicación.
En segundo lugar, cada vez que uno le dice algo en español a otro hispanohablante, la muy pelotuda se ríe y lo repite en su precario español como si uno fuera un comediante o un monito chistoso. No entiendo sinceramente qué le encontrás de gracioso al segundo idioma en número de hablantes nativos en el mundo. Sin mencionar que es mil veces más complejo que el tuyo, en el que todo es "bonito" o "legal". Por favor.
En tercer lugar, cuando un brasilero les comenta (como podría hacer un argentino con un mexicano o un español) que les parece muy raro su sotaque (acento) losportugueses se retuercen de la risa, haciéndoles acordar que "el verdadero idioma es el nuestro. Sotaque tendrás vos que eras colonia". No te das cuenta enfermo que eso pasó hace cerca de doscientos años y que hoy por hoy el único país importante en el que se habla tu idioma es Brasil. Podrías respetar un poco más a las personas gracias a las cuales tu maldita lengua romance no desapareció de la faz de la tierra.
En cuarto lugar, esta gente está totalmente indignada con la hermosa ciudad de Porto Alegre, en la cual "hace mucho frío y no hay playa". También afirmaron en más de una ocasión que por el mismo motivo no piensan ir a Buenos Aires. Más allá de los gustos personales de cada uno, a mí me encanta el frío, el invierno y las ciudades, la pregunta es: portugués, no podías agarrar un mapa antes de partir para América Latina? No podías poner "Porto Alegre" en Wikipedia antes de subirte al avión? Y, por otra parte, no es por metida pero... la idea de hacer un viaje no es justamente ver cosas diferentes de las que ves todos los días? Digo, si querías vivir en un pueblito de playa, por qué no te quedaste en tu casa, eh? por qué?
Posteriormente, me enteré que los portugueses son para los brasileros lo que los gallegos son para los argentinos. Es decir, gente inadaptada y bruta, acerca de la cual se hace toda clase de chistes.
Lo más triste de todo el asunto es que ellos siguen viniendo, invitándonos a salir, convencidos de que somos amigos. Tal vez tenga que ver con que soy la única verdaderamente harta de estas personas. La mayoría de mis roomates afirman que "son piolas". Yo no podría nunca decir eso de gente con quien no pude mantener una conversación. Juro que hablo portugués e intenté, pero la última vez que lo hice, cuando comenté que no iba mucho al teatro porque no entiendo bien lo que dicen los actores, me contestaron muy seriamente: "eso es porque hablan en brasilero". Ubicate! Venís del cuarto del fondo de la Unión Europea*, hablás un idioma que no tiene publicaciones y estudiás una carrera de mentira! Para colmo tu novio es un imbécil, a vos se te ven las encías y no tenés mentón! Ubicate nena!
*Nota del autor: también me molesta terriblemente que hayan recorrido Europa tantas veces que no sepan la diferencia entre Viena, Berlín y Luxemburgo. Pero creo eso es de envidia nada más.

portugués para principiantes

Hasta hace poco, mi palabra preferida era cabeleireiro (peluquero). Ahora es brincadeira (broma).

Tuesday, May 22, 2007

300 millones de años después de su estreno...

Vimos Marie Antoniette.


No voy a escribir una crítica porque no puedo y porque no quiero y porque ya hay demasiadas y no. Mucho se ha dicho acerca de esta película: que es frívola, que es tonta, que es vacía. Que el talento no se hereda (?), que cualquiera puede filmar buenas escenas teniendo como escenario a Versailles (??), que la película termina y uno no pudo conocer "en profundidad" a ninguno de los personajes y mucho menos, a la historia de la gestación de la Revolución Francesa (???). Y si bien lo que voy a decir no es tampoco nada nuevo, me parece que el problema está en otra parte.


Cuando uno se dispone a escribir una tesis, el primer punto son los objetivos. Qué se quiere hacer? Hay que tenerlo claro, plantearlo y no terminar haciendo otra cosa. Criticar a Marie Antoinette por ser "tan solo" una película bonita que no relata la historia de la realeza de esta época ni cuenta con mayores mensajes o moralejas, (para aquellos obsesionados con la pedagogía o el papel "social" que las artes y las ciencias supuestamente deberían tener) es como criticar a Chartier, historiador de la cultura, por no hacer buenos estudios económicos de los períodos sobre los que escribe. Toda obra es, obviamente, incompleta. No podría ser de otro modo. La pregunta que hay que hacerse, independientemente de que uno esté o no dispuesto y guste o no de los resultados, es: qué quiso hacer esta persona? Y luego, lo logró?


La respuesta, en el caso de la película que la propia S. C. definió como "el fin de la trilogía sobre chicas confundidas", es, en mi opinión, sí.

Cambiemos por un momento a la Reina de Francia por la jefa de un grupo de cheer-leaders. Cambiemos a la corte por las demás porristas, a Felipe Augusto por el looser que no sabe como actuar frente a una chica, al champagne y al baile de máscaras por la marihuana y las fiestas, al conde Forden por el buen mozo mariscal de campo y al Palacio de Versailles por un colegio caro de Boston. Todo podría perfectamente transcurrir allí. La directora prefiere, en cambio, meterse con este contexto y con este personaje, reivindicándolo como lo que era: una adolescente. Ese es el punto. Estamos frente a una historia de adolescencia. No es mala por ser así. Si usted quiere otra cosa, agarre un libro o mire un buen documental.


S. C. nos da, en cambio, (una vez más), el sueño del pibe. Una sucesión de escenas rosadas, con música perfectamente escogida, diálogos breves, pasteles apetitosos, vestidos perfectos, almohadones blancos y chicas infelices que sufren por amor.


Como en Lost in Translation, la llegada a un lugar desconocido, la sorpresa ante todo lo novedoso, el juego con los elementos que da el espacio, la abulia frente a una rutina de lujos, la falta de pies sobre la tierra y, como en Lost in Translation, un final con una triste despedida.


El resultado, algo precioso.

Precioso! Qué más se puede decir.

Thursday, May 17, 2007

Lea, ríase, indígnese

En mi repentina obsesión de no estar completamente desactualizada cuando vuelva, el domingo revisaba un par de diarios y me cuelgo con esto:
Con A. nos reíamos en el MSN Messenger y no lo podíamos creer.
Pero se trata de un tema serio.
Esta gente se metió con aquello que nos salva diariamente horas ociosas frente a la pantalla y nos sirve para llenar nuestras cabezas de información que no necesitamos para vivir. Esta gente se metió con aquello que me hizo saber que Simone de Beauvoir cumple años el mismo día que yo, que el geek rock es sinónimo de nerd rock y que Santo Tomé y Príncipe NO QUEDA en las Antillas sino en África. Esta gente se metió con Wikipedia y ha llegado demasiado lejos.
Y no sé por qué, pero este tipo de cosas me molestan más que las tropas estadounidenses en Irak. Presten atención al último párrafo, ese que habla del "kangaroo". Ahora imaginen al futuro presidente de Estados Unidos bajando información de esa página para hacer su monografía de biología en la escuela.
"Neutrales son los hechos"????
Háganme el favor.

Tuesday, May 08, 2007

Un descubrimiento

Sobre un fondo sepia, la muchacha rubia, ataviada con un vestido chemise rosa ni carne ni pescado, entra a la habitación. Lleva el pelo suelto y mucho maquillaje. Tiene la cadera bien formada, la cintura fina, las piernas gorditas.
El cuarto no es mucho más grande que un baño o un hall. Adentro, cinco hombres. Uno negro, dos de rasgos indígenas, un viejo con barba, un rubio pecoso. Están sentados en el suelo, cerca de unas cajas de cartón y unos posters abandonados junto a una húmeda pared que se descascara. La miran. Ella los mira. La línea negra de pintura alrededor de los ojos llega casi hasta la sien, en un típico estilo entre sesentista y setentista. Parece consciente de cada uno de los pares de ojos que la observan, casi lujuriosamente. El viejo le hace una seña y ella gira sobre sus talones. En un santiamén se saca el vestido y vuelve a mirarlos. Entonces parece comprender, y se saca el corpiño blanco (un modelo de tasas puntiagudas) y la bombacha (de tela de algodón, sin lycra, con un elástico barato en la cintura). Les sonríe, y ellos contestan con gestos lascivos.
El viejo, definitivamente el líder del grupo, saca de una bolsa de papel una caja envuelta como regalo. Tiene un moño azul.
La chica se agacha y el grupo se reúne a su alrededor. Está claro hacia quien va dirigido el presente. Ella, ayudada por el grupo ansioso, quita el moño, rompe el papel y abre la caja. Sonríe una vez más, ahora ampliamente, y saca el contenido: una bacinilla de loza, vieja y cascada por dentro. Se aleja con el objeto en la mano y, ante la señal del viejo y la mirada alegre de todos, se sienta.
La anterior es la primera escena de la película de 1968 Ritual dos sádicos, de José Mojica Marins, más conocido como Zé do Caixão. Un psiquiatra inyecta LSD en cuatro pacientes para analizar sus reacciones ante diversos estímulos. Es entonces cuando todos empezarán a vivir una experiencia lisérgica altamente ácida (literal y metafóticamente), bizarra y casi agotadora. La genialidad, junto a la misoginia de este director, abandonado por su primera y única novia tras su regreso de la Segunda Guerra Mundial, es puesta de manifiesto en diversas escenas no demasiado conexas, en las que la perversión juega con el humor, la zoofilia, las drogas, la muerte y mucha, mucha pintura roja. Realmente no esperaba descubrir semejante director ni semejantes películas un primero de mayo frío a las siete de la tarde. Los días que siguieron me dediqué a continuar en mi interiorización acerca de este interesante señor de bigote, uñas largas y enorme ego, que ya tiene 70 años.
Lamentablemente, no pude faltar a clase el día en que vino para una entrevista. Pero una fuente de primera mano me dijo que comenzó de la siguiente forma:
_Coca Cola los jóvenes no tienen que tomar. Si no, después llegan a los cuarenta y no se les para.
Saquen sus propias conclusiones. Para mí, todo dicho.

Saturday, April 28, 2007

Garganta con arena

Enpezó el martes. Nos levantamos tempranito para bajar a desayunar y, con el primer trago de café, me di cuenta de que me picaba la garganta. No es nada. Subimos y, para evitar despertar al resto, me fui a estudiar a la salita que queda acá al lado, donde me quedé hasta el mediodía. (La luz del sol a las ocho de la mañana entraba de manera tal que se me ocurrió que podría ser una sala de ensayo de una escuela de danzas clásicas. Colgadez).
A la tarde, clases, una nueva lección oral en América II (Sra. profesora de América II: que yo sea increíblemente inteligente, venga de otro país y eso le parezca enriquecedor para sus clases NO significa que tenga que hacerme hablar absolutamente todo el tiempo. Lo único que le advierto es que soy capaz de matar. Sepaló).
Del martes para el miércoles me molestó el ventilador y la mañana del miércoles desperté con frío y los ganglios inflamados. Bajé, tomé el café y se me pasó. Terminé los apuntes de América III, para la prova del viernes. A la siesta, me dolía la cabeza, me tomé un Ibuprofeno y dormí toda la tarde. (Tuve un sueño bien flashero. Estaba con P en el Parque da Redençao, y el podía hacer aparecer cualquier cosa que yo nombrara. Palomas, helado, un arcoiris. Hacía frío y teníamos puestos unos tapados rojos). Esa noche dormimos sin ventilador a pedido mío, y menos mal porque el jueves amaneció completamente frío. Y a pesar de mi ya patente dolor de garganta, y de no haber traído ropa de invierno, total Brasiiiiil, la la la la la la la la, me alegré mucho y me acordé de la galleguita de Los Amantes del Círculo Polar, cuando parada frente a la esuela declara "me encanta que haga frío". Me sentía mal y todavía me faltaban todos los textos de Revolución Mexicana. Me tomé un par de analgésicos, ya no me acuerdo si Ibuprofeno o Paracetamol, también ya que estaba me metí una cafiaspirina plus con mate, y así estudié, sin entender demasiado, todo el día.
Ayer, viernes, día de la prova, me sentí bastante bien. Me di una ducha y a las seis me fui a rendir. (El exámen era una cosa de lo más extraña. Tenías un texto largo sobre Revolución mexicana, escrito por un marxista que no vimos, con unas cuatro o cinco frases subrayadas. Eran las frases que tenías que, más o menos, compare and contrast con los autores que vimos. Había un par que no las entendí muy bien. Bueh, escribí muchísimo, todo rápido y mal redactado, como si fuera ahora o nunca, y fui la segunda o tercera en terminar. La profesora, sorprendida.)
Volví en el colectivo temblando, y no salí.
Hoy estoy oficialmente enferma. Me duele todo el cuerpo, tengo los ganglios inflamados, la garganta roja y soy una fábrica de mocos. La gente se fue temprano y estuve todo el día sola. Empecé una caja de antibióticos de amplio espectro y terminé una novela. Dormí de a ratos e intenté estudiar. Hace como una hora, me acordé que exactamente igual me sentí muchas veces, y que solo una fue grave. Ahora todo es complicado. No puedo ir al médico ni llamar a mi mamá. Soy grande, soy grande! y tengo que arreglármelas solita.
Me voy a tomar una sopa y a empezar Wasabi. Y espero (ja!) que este no sea mi último post.

Monday, April 23, 2007

Cruzada por la discriminación (pero no sé si a favor o en contra)

(es posible y hasta probable que este blog sea suspendido en breve. De hecho no se si suspenderlo o solo mejorarlo. Es posible mejorarlo??? No sería mejor empezar de cero??? Muchas preguntas, amigos, muchas preguntas, pero por ahora va esto).
Acabo de participar de una de esas discusiones-al-pedo-entre-gente-que-no-sabe-demasiado-del-tema pero que merece un cierto nivel de debate.
En las universidades públicas de Brasil el acceso es por demás restringido. Los datos estadísticos de las Vestibulares indican que, en Historia, por mencionar una carrera de escasa demanda, pasa el examen aproximadamente uno cada ocho postulantes. Los datos acerca de carreras como Derecho o Medicina los desconozco, pero se los pueden imaginar.
Pues bien, actualmente, existe el siguiente proyecto: que en cada aula, de aproximadamente treinta vagas (vacantes, sillas, no sé) tenga que haber como mínimo dos negros, afroamericanos, personas de color o como quieran llamarlos. A mí esto me parece una barbaridad en dos sentidos:
a)- Puede haber dos personas no-negras que se queden afuera solo por el hecho de no ser negras.
b)- Se trata de una total y absoluta discriminación hacia los negros. Es decirles "son negros, pobrecitos, pero pueden entrar a la universidad, sean como sean sus exámenes".
Si la no discriminación se basa en que somos todos iguales, seámoslo, y demostrémoslo con verdaderas prácticas. Olvídense de que los negros son diferentes y denles las mismas oportunidades, pero de verdad, no incluyendolos en la estadística. En cada aula debería haber uno, dos, veinticinco o ningún negro, de acuerdo con su capacidad intelectual y no con su color de piel. Y por otra parte, imagimemos esto, en el formulario del exámen debería haber una casilla para completar en la que se especifique "etnia", o "raza", lo cual me parece una aberración total. Qué pasaría con los mestizos? Cuán negro habría que ser para entrar en la categoría "negro"?
Hay quienes argumentan que, sin leyes como esta, los negros nunca entrarían en la universidad, así como las mujeres nunca hubieran entrado al congreso. Pero me parece que, en ese caso, los mecanismos para "igualar" o "incluir" deberían ser otros, y no precisamente los que les recuerden a las minorías que ellos son los diferentes.

Thursday, April 19, 2007

and i´m going to be forty!

El primer semestre del año pasado, fue de intercambio a la UNT una chica llamada Juliana (se dice Giuliana, o Yuliana). Y si bien éramos compañeras en una materia (Argentina II), ella se empezó a relacionar con gente que me desagrada (L. y su banda de justicieros de cartón), motivo por el cual nunca establecí ningún tipo de relación con ella. Nunca supe donde vivía en Tucumán ni de que parte de Brasil era. Es más, creo que no sabía su nombre. Eso es tan yo.
Un año después vine a parar a su ciudad y a su universidad. Y ella sí se acordaba de mí y sabía mi nombre, cosa que me avergonzaba sobremanera.
Y como probablemente sea mucho mejor persona que yo, no tuvo en cuenta el hecho de que yo no le hubiera hablado nunca cuando era ella la extranjera, y en muy poco tiempo nos hicimos amigas (todo aquí parece suceder en muy poco tiempo). Somos compañeras en Historia do Brasil III y fuimos juntas a un par de fiestas con "cachorros quentes" y cerveza a precio irrisorio.
Anteayer me la encuentro a la salida de la biblioteca, ambas cara de orto. Yo tenía parcial ayer y ella tiene que entregar el tema de su proyecto de investigación final la semana que viene. Decidimos tomar rápidamente un café (el café de acá es demasiado rico, en serio) y la conversación académica terminó, de golpe, deviniendo en "yo lo que quiero es hacer cualquier tema fácil para sacarme de encima esto, entregarlo, recibirme y empezar otra cosa". Si bien hay días en que creo que odio la historia, semejante afirmación me pareció extrema y triste. Su argumento, válido por cierto, era más o menos el siguiente: "no quiero pasarme la vida leyendo, escribiendo, leyendo, escribiendo. Por qué? Para quién?".
Y yo, para que se relaje un poco, y para no tener que odiarla, le dije que bueno, que yo tampoco estoy segura de querer pelearme en el mundo académico toda mi vida, y que además me interesan tantas cosas que a veces quisiera haber estudiado otra cosa, desde periodismo hasta ingeniería industrial. A lo que ella responde:
_Si, a mi me pasa lo mismo. Pero bueno, todavía podés hacerlo, sos muy joven. Yo ya me tengo que recibir, tengo 23 años, vos cuantos años tenés?
_21._ Contesté.
Mientras la cajera me cobraba el café, me di cuenta de que... HABIA MENTIDO MI EDAD POR PRIMERA VEZ!!! Y lo peor es que no lo pensé ni quise mentirle. Simplemente pensé que era así, que tenía 21 años.
Lo más patético del asunto es que, diez minutos después de terminada la conversación, ya no podía decirle "no, mirá, me equivoqué y no sé ni cuantos años tengo".
Asi que quedó como que tengo 21, nomás.

Sunday, April 08, 2007

Antes de la caipirinha (clásico)

Dg y Grd duermen una siesta tardía, para poder acostarnos tarde.
M y M fueron a misa, es Pascua. (?)
Flr habla del libro que terminó de leer ayer, y que yo comenzaré mañana.
Irn mira fotos y se ríe sola a carcajadas.
Qué tendré que ver con todo esto? Qué tengo en común con todas estas personas que me ven diariamente recien levantada y sin delineador, con quienes como dos veces al día y con las que acabo de irme de vacaciones?
Caigo rápidamente en la cuenta de que no toleraría tantas de sus cosas en otras circunstancias. Ni hablar de ellos soportarme a mi, por supuesto.
Empezó, creo, la mejor etapa. Ya hemos liquidado (espero que para siempre) los temas de los que se habla cuando uno acaba de conocer gente: religión, orientación política, ocupación de los padres, intereses musicales y literarios, aborto o no aborto, drogas o no drogas, eutanasia o no eutanasia, promiscuidad o no promuiscuidad.
Ya nos hemos contado verdades fundacionales y experiencias fundamentales. Lo que quedó oculto, oculto está. Lo que no se dijo no va a decirse.
Los días se componen de momentos absolutamente cotidianos, trillados, vamos a comer?, cursamos juntos hoy? a que hora volvés?
De pronto estoy ocupada por una energía casi new age y por un grado de relajación que jamás tendría en otra parte.
Ahora comienzan las verdaderas relaciones. Ahora empieza nuestra historia. Ahora tendremos nuestras propias vivencias, con sus delirios y sus momentos, y no tenemos más necesidad de hablar del novio de una o los padres del otro. No nos conocemos, y estamos obligados a estar juntos y a pasarla bien.
Y lo más extraño, para una persona snob, creída y desagradable como yo, es que está funcionando.

Wednesday, March 28, 2007

No saben lo que me pasó hooooooy!!!!

Tenia a las 8 de la mañana clases de Historia de Brasil II, y el profesor dice que teniamos que hacer grupos. Dado que la mera idea de formar grupo con gente que no conozco y cuyo idioma no hablo, ni comprendo, y mucho menos me gusta, me quedé sentada en el fondo mientras todos se formaban entre ellos, pensando "bueh, cuando terminen me voy con cualquier grupo ya formado y punto". Pero los grupos eran de como máximo tres personas, (dato que yo, por supuesto, no manejaba).
En eso veo a un absoluto looser recorriendo desesperadamente el aula en busca de un grupo que lo acogiera, sin ningún tipo de éxito. Hasta que, como yo esperaba que sucediera, se me acerca y me pregunta si tenía grupo y si quería hacer con él. Como tooooda la situación me chupaba un huevo, le dije que sí, que más daba.
Entonces, me empieza a explicar cuál de los temas era el que él quería trabajar con muchísimo entusiasmo, y hasta me había logrado copar un poco. PERO cuando llega el momento de repartirse los temas, eramos dos los grupos que queríamos el mismo. Entonces, dado el problema que eso significaba para el profesor, nos pide que nos pongamos de acuerdo. Y como nada de eso sucedió, a mi buen compañero no se le ocurrió mejor idea que IRSE A HACER GRUPO CON EL OTRO GRUPO (que eran dos) y comunicarme en un sencillo acto que YO tenía que buscarme otro grupo con quien trabajar.
Me empecé a reir a carcajadas porque creo que nunca me había pasado algo así y toda la situacion me parecía una auténtica tomada de pelo. Luego de irse, un chico y una chica me dicen que haga con ellos, que iban a trabajar las revueltas urbanas de Rio de Janeiro. Me parecio bien y me fui con ellos.
A la salida, el muy imbécil me viene a pedir perdón de una manera patética, y al final, como se dio cuenta de que yo no solo no entendía sino que además no me podía importar menos, me trata de hablar en castellano y me dice:
_Qué te pasa? Estas aburrida? (Yo NUNCA podía estar aburrida, dado que estaba caminando a alta velocidad hacia la librería que estaba por cerrar).
_No.
_Seguro? Pero parecés aburrida...
_Creo que estás usando mal la palabra (Ni se merecía que le intente hablar en portugués)
_No... aburrida... estás...
_Buscala en un diccionario.
_Pero...
_Buscala en un diccionario!!! Chau!!! _Terminé diciendole desde lo lejos.
PD: uno de los miembros de MI ACTUAL GRUPO tenía puesta una remera de Beat Happening. Creo que al final el looser me hizo un favor.