Vimos Marie Antoniette.
No voy a escribir una crítica porque no puedo y porque no quiero y porque ya hay demasiadas y no. Mucho se ha dicho acerca de esta película: que es frívola, que es tonta, que es vacía. Que el talento no se hereda (?), que cualquiera puede filmar buenas escenas teniendo como escenario a Versailles (??), que la película termina y uno no pudo conocer "en profundidad" a ninguno de los personajes y mucho menos, a la historia de la gestación de la Revolución Francesa (???). Y si bien lo que voy a decir no es tampoco nada nuevo, me parece que el problema está en otra parte.
Cuando uno se dispone a escribir una tesis, el primer punto son los objetivos. Qué se quiere hacer? Hay que tenerlo claro, plantearlo y no terminar haciendo otra cosa. Criticar a Marie Antoinette por ser "tan solo" una película bonita que no relata la historia de la realeza de esta época ni cuenta con mayores mensajes o moralejas, (para aquellos obsesionados con la pedagogía o el papel "social" que las artes y las ciencias supuestamente deberían tener) es como criticar a Chartier, historiador de la cultura, por no hacer buenos estudios económicos de los períodos sobre los que escribe. Toda obra es, obviamente, incompleta. No podría ser de otro modo. La pregunta que hay que hacerse, independientemente de que uno esté o no dispuesto y guste o no de los resultados, es: qué quiso hacer esta persona? Y luego, lo logró?
La respuesta, en el caso de la película que la propia S. C. definió como "el fin de la trilogía sobre chicas confundidas", es, en mi opinión, sí.
Cambiemos por un momento a la Reina de Francia por la jefa de un grupo de cheer-leaders. Cambiemos a la corte por las demás porristas, a Felipe Augusto por el looser que no sabe como actuar frente a una chica, al champagne y al baile de máscaras por la marihuana y las fiestas, al conde Forden por el buen mozo mariscal de campo y al Palacio de Versailles por un colegio caro de Boston. Todo podría perfectamente transcurrir allí. La directora prefiere, en cambio, meterse con este contexto y con este personaje, reivindicándolo como lo que era: una adolescente. Ese es el punto. Estamos frente a una historia de adolescencia. No es mala por ser así. Si usted quiere otra cosa, agarre un libro o mire un buen documental.
S. C. nos da, en cambio, (una vez más), el sueño del pibe. Una sucesión de escenas rosadas, con música perfectamente escogida, diálogos breves, pasteles apetitosos, vestidos perfectos, almohadones blancos y chicas infelices que sufren por amor.
Como en Lost in Translation, la llegada a un lugar desconocido, la sorpresa ante todo lo novedoso, el juego con los elementos que da el espacio, la abulia frente a una rutina de lujos, la falta de pies sobre la tierra y, como en Lost in Translation, un final con una triste despedida.
El resultado, algo precioso.
Precioso! Qué más se puede decir.