Sunday, July 29, 2007

luto

A las seis de la tarde de ayer, dos perros mataron a nuestro gatito Iron. Es el día más feo del año y uno de los más feos de la vida, por supuesto. Hacía meses que no lloraba, y lloré tanto que se me saltó una de las lentes. Igual, no me costó encontrarla en el piso: había dejado una mancha mojada. No quiero comer, ni leer, ni escuchar música. Estoy triste, mierda. Demasiado.

Monday, July 23, 2007

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Y bien, después de tomar tres taxis, un Tienda León y dos aviones, I'm home, desde hace ya varios días, pero no tenía ganas de escribir nada. A pesar de todo, Bariloche es un lugar que no me inspira a mucho más que dormir, ahorrar dinero y hacer cosas prácticas que requieren tiempo, como cambiar los cristales de los anteojos e ir al dentista. Me levanto relativamente temprano para ir al trabajo. Mientras tanto, snow is falling falling falling falling falling falling falling falling falling... la nieve es una cosa espantosa para tener que vivir en ella, pero al mismo tiempo el solo verla da esa preciosa sensación de limpieza y prolijidad, aunque efímera, claro.
Me daba miedo hacer el viaje, olvidarme cosas, hacer mal algo muy importante. Es porque soy una pueblerina, por supuesto, me falta calle como dicen. Por lo tanto, ir a comprar pesos argentinos y que solo haya cien, e ir a comprar dólares y que ambos billetes tuvieran unos extraños sellitos infantiles me parecieron problemas terribles, aunque, por supuesto, ninguno de esos hechos tuvo ninguna consecuencia.
Como vine en Aerolineas, ya en la mesita de al lado nuestro en el Mc Donalds del aeroporto Salgado Filho había dos argentinos importantísimos comiendo ensalada con mayonesa y hablando en español de sabrá dios qué asuntos. Es infaltable mencionar que me comí la Big Mac (nunca sé que pedir ahí, termino pidiendo Big Mac porque es lo único que viene a mi mente) con una agrónoma paraguaya que será millonaria engordando animales y con un arquitecto uruguayo afiliado al partido comunista. Meu Deus, los quiero tanto.
Las chicas fuimos al baño una por vez, y aun asi no hubo tiempo ni ganas ni horario adecuado para una despedida mejor. Perfecto así, entonces. Nada de llanteríos ni de "te voy a ir a ver", que se yo, no daba. Para colmo una vieja ahí nomás, en el pre-embarque empezó a chillar que le había desaparecido una bolsa de tela con manijas, adentro de la máquina que registra el equipaje. Entré al Duty Free a hacer tiempo, compré On the Road en portugués y galletitas suizas para mi amiga Eli, aprovechando a deshacerme de mis últimos veinte reales. También tiré al piso el frasco probador de J'adore... Jesus... no le pasó nada.
Cuando el comisario de abordo me dijo "buenos días", así, en español neto y argentino, pensé "fuck, de hecho me estoy yendo". Casi me pongo a llorar en el asiento. Bah, en efecto me puse a llorar, solo un poco. Pensé en la remera de Beat Happening, en el fotograma de La infancia de Iván, en la cama todo el tiempo deshecha y en el impacto emocional que puede a uno causarle un conjunto de detalles tan pequeños y tan aparentemente inconexos. También pensé en eso de que "los aeropuertos son lugares netamente prácticos y de paso. Uno va a ellos solo por necesidad y entra a sus negocios sin intenciones verdaderas de ser bien atendido y menos de comprar algo. Las empleadas podrían cambiar todos los días y uno no se daría cuenta nunca. Los aeropuertos son lugares sin personalidad, sin clientes, sin estilo". Me fascina cuando alguien es tan apasionado por lo que hace que teoriza permanentemente respecto a ello y uno termina interesándose también. Me di cuenta en ese momento, creo. Cualquier persona puede fascinarme si tiene ese modo de vivir lo que hace. Será porque yo no lo tengo aún del todo desarrollado.
Perdón por la obviedad pero... qué hermoso es Buenos Aires! Inclusive andar una hora en taxi es placentero. Más si hace frío polar y por fin no estoy cargando mi valija de 25 kilos. Eli está muy bien, por fin conocí su linda casa. Comimos empanadas y la pasamos estupendamente. Al día siguiente un botón del tapado voló entrando a Aeroparque. Nadie se dio cuenta. Yo sí pero seguí de largo. Hice check-in rapido, pagué 7 pesos un café y una medialuna y me aburrí un poco hasta que llegué aquí. Qué puedo decir... mi hermana está hermosa y cada vez más apática, más enojada. Mi padre anda muy callado, creo que cansado. Mi madre está seriamente flaca y compra toallones compulsivamente. La vida transcurre sin mayores sobresaltos y creo que si estoy tan tranquila es porque no regresé aún a mi verdadera vida. Eso sí va a ser un lindo caos...

Saturday, July 07, 2007

Tan bella

Siempre me pareció bastante estúpido que una persona te pregunte por tu canción, banda, comida o película preferida, porque sobre todo en lo que se refiere a cine, cuando me preguntan algo así nunca sé qué contestar. Entonces respondo lo primero que me viene a la mente, o sea nada. Pero ahora, aunque no sea del todo cierto, ya sé al menos qué me vendrá a la mente la próxima vez que alguien me lo pregunte: "My Fair Lady", contestaré.
My Fair Lady, el musical de Alan Jay Lerner y Frederick Loewe, adaptado de la obra Pygmalión, de George Bernand Shaw, data de 1964 y es la historia de una chica vulgar, su profesor de fonética y el amigo de este. Es una historia de aprendizaje, de princesas, de desafíos. Es una historia de amor en la que nunca termina de quedar claro cuales son sus elementos: si un padre y una hija, o un hombre mayor y una joven, o un profesor y una alumna. O ninguno de ellos. O todos a la vez.
Es una historia en la que él, un sesentón elitista y misógino, le transmite a ella, inteligente y chistosamente ingenua, no solo todo su conocimiento sino algo mejor: su pasión por el conocimiento mismo. Claro que finalmente es él quien se quiere llevar todos los laureles, pero para ese entonces Eliza Doolittle, aunque algo confundida ante en quién se ha convertido, adquiere una seguridad que le es propia, y que está más allá de todo lo que su profesor-padre adoptivo-objeto de deseo pudo haberle dado. Ella lo odia, porque el es insoportable, machista y superior a ella. Su único sueño es conversar con el rey para convencerlo de que le corte la cabeza. Pero también acaba por apreciar lo que su maestro le da: no solo educación, una casa bonita y buenos chocolates, sino fundamentalmente el descubrimiento de lo que la propia Eliza es. Ex florista, criada sola en el mundo y tan opuesta a su padre, un borracho simpático que no tiene ningún problema de cantar que "with a little bit of luck" se puede conseguir lo que se necesita, Eliza es desde el primer instante una dama, solo que todavía no lo sabe.
Fuera de la trama en sí, me gustaría hacer un par de observaciones. Las canciones son, en su mayoría, una verdadera maravilla, especialmente "Without you", en la que ella le intenta explicar que el mundo seguirá girando, la lluvia seguirá cayendo en las planicies españolas (evocando la posteriormente famosa frase "The rain in Spain stays mainly in the plains", con la que Eliza consigue aprender a hablar correctamente) y Keats sobrevivirá de algún modo sin él, y "I´ll miss her face", único momento de la película en la que el profesor Higgins se sincera, aunque sea solo a regañadientes, y asume que está totalmente involucrado, nunca sabremos con certeza a qué niveles, con su alumna, la complicada, impulsiva y díscola Eliza (why can´t the women be like the men? se pregunta el inglés).
Sumado a ello, tanto el mobiliario y fotografía como la indumentaria evocan perfectamente la maravilla de Londres en 1912, y los papeles secundarios, como Mr. Doolittle, el ama de llaves y la reina que parece ser la madre del profesor Higgins, son impecables.
Por último, amigos, estrellas eran las de antes. Audrey Hepburn, que en Breakfast at Tiffany´s puede haber dejado al público queriendo algo más, aquí se luce como nunca y la única palabra que parece adecuada para describirla es: perfecta. Además de su impactante belleza y su talento tanto al actuar como al cantar, en My Fair Lady Hepburn demuestra tener y saber hacer uso de algo que la mayoría de las actrices bellas, tanto de su época como de todos los tiempos, no parecen tener: es graciosa. Realmente hace reir. Tiene la versatilidad de hablar cockney, comer con fruición y chillar malas palabras sin timidez, mientras que media hora más tarde baila el vals con un príncipe, sin perder en ningún momento la gracilidad ni el humor.
La película ha sido interpretada como guerra de los sexos y hasta como lucha de clases, (vió que el marxismo da para todo). Yo prefiero entenderla como una bella creación, llena de una ternura que no empalaga y de un dinamismo que hace que las dos horas y cuarenta minutos transcurran como si nada. Prefiero pensarla y disfrutarla como lo que creo que es: un mágico cuento de hadas que la hace a una salir del cine y respirar profundamente el aire de invierno, convencida de que puede hacer todo, en fin, ser todo.