Tuesday, November 20, 2007

Alto rendimiento

(A mi amiga la bailarina, que no sabía qué eran los blogs. Yo me imagino, quizás erróneamente, que la cosa es más o menos así. De todos modos, más ficción hecha a las apuradas, no vengan a decir "qué exagerada, no es así", porque me enojo).
Un poco más alto, piensa Silvina a las once menos diez mientras practica el último grand jeté. Tengo que llegar un poco más alto.

Trata de no mirar a nadie, ni a Asami Nariki, la estrella japonesa, ni a la preciosa y dorada Inés Durell. Sabe que no debe hacerlo, que una simple ojeada a las demás la volvería mediocre. Y Silvina nunca fue así. Además de ser tremendamente obstinada, trabajadora incansable y clara en sus objetivos, la naturaleza le dio una estructura pequeña, hombros cuadrados, pechos escasos, piernas larguísimas y un par de arqueados pies, a esta altura ya perfectamente deformados.
A los seis hizo sus primeros pliés, dos años después ya bailaba en puntas y a los doce obtenía su primer solo en la muestra final: Cascanueces. La academia donde se había formado era importante y cara, y Silvina siempre fue muy consciente del esfuerzo que sus padres hacían para que continuara yendo año tras año, inclusive permitiéndole dejar el colegio en el que perdía un tiempo precioso.

Ya a sus dieciocho, empezaba el momento de la verdad: cuerpos de baile en serio, contratos en serio, teatros en serio. Ya conocía la rutina. Levantarse a las cinco, peinarse, salir, comer una manzana en el camino. Llegar a las siete y bailar hasta las doce en la Academia. Comer algo en el centro y a las tres entrar a los cursos especiales, hasta las ocho. Volver a casa, bañarse y entrar a internet a buscar. Anotar todo, direcciones, horarios, fechas, cupos. El Ballet Estable del Teatro Cervantes incorpora a tres bailarinas. No decirle a nadie, nunca, porque cuanto más hables más gente va y es más difícil. De todos modos, se terminaban encontrando cada vez. Una carrera contra el tiempo, contra el espacio, contra los ligamentos, contra el cansancio. Dormir.

Silvina sabe que hay otro mundo, pero ignora casi todo de él. No sabe exactamente cómo funcionan las facultades, qué ropa está de moda, qué música se escucha en la radio, a qué lugares se sale un fin de semana o de qué hablan las chicas de su edad. Las pocas amigas que tiene son solo variaciones de ella misma, idénticas preocupaciones, idéntico destino, idéntico cuerpo. Los varones no existen, son esos chicos de leotardos blancos que dan saltos y se van juntos después de los cursos. Apenas se acercan a ellas. Sabe, por sus primas, que las mujeres jóvenes tienen novio, ven mucha televisión y se acuestan tarde varias veces por semana. De hecho, ella misma se durmió a las cinco de la mañana el día anterior: la lluvia golpeando en el techo y la audición de hoy no la dejaron conciliar el sueño antes. Silvina no está totalmente segura de que bailar sea lo que la haga sentir mejor, pero sabe que es buena en ello y que no es buena en casi ninguna otra cosa.
No se detiene a pensar, no quiere hacerlo. Pero a veces le gustaría tener un día entero para pasar en el parque bajo el sol, comiendo frutas, comiendo chocolate, comiendo mucho, enfermándose de tanto comer.

En el salón se siente la humedad y ya son las once del sábado. El piso de madera del escenario emite sonidos graves, sordos, bajo la presión de las puntas. Toc, toc, toc. Cuando empiece la música no se van a escuchar. Ya les sacaron los números del pecho: solo quedan diez y a partir de ahora las llamarán por los apellidos. Todas harán ejercicios de barra y en el suelo, y cada una tendrá al final tres minutos para bailar sola.

Todo pasa muy rápido, la barra, el suelo, Asami, Inés y las otras. Le toca bailar y lo hace perfectamente, cada movimiento se ejecuta solo, todos los músculos, todos los dientes, toda la energía, todos los pensamientos puestos en sus tres minutos. También pasan rápido. La una, pero nadie quiere comer.
Los jueces son cinco, pero las aspirantes solo miran a José Kleifer, el coreógrafo y director del ballet, que no se mueve de su lugar en la tercera fila. Las diez son llamadas nuevamente al escenario. Ahora nos va a decir que todas lo hicimos bien y que la decisión fue difícil pero que solo pueden elegir a tres, piensa Silvina erróneamente.
_Nariki, Durell, Damia. _Dice Kleifer de una sola vez, casi sin levantar la vista.
_A las demás muchas gracias, pueden irse. _Agrega la señora que se sentaba a su lado.

15 comments:

lombriza said...

pobres chicas! yo creo que debe ser así, igual no creo que venga ninguna bailarina enfurencida a decir que no, que no es así!! jajajajaja pas de deux!!

encantadora como siempre, usted!

joAco said...

supongo que damia no es el apellido de silvina, porque si no este no sería tu blog.

por cierto, muy bello

Anonymous said...

A mí me gusta pensar en las siete que muchas gracias, pueden irse... tal vez ésas sean las verdaderas elegidas.
Tal vez.

Escribís como guiada por un espiral que conduce a algo inevitable, a los personajes, a los lectores.
Escribís con todo el cuerpo. escuchando el toc toc, hasta que ya no.

theremin said...

languidalombriz: si, posta que debe ser así para la mayoría, para todas las que no son Paloma Herrera. Y no, no va a venir ninguna bailarina de refutarlo, este blog lo lee poca gente y ellas están muy ocupadas bailando.

joaco: vos estás demasiado mal como para pensar que algo puede terminar bien. Este blog no es triste, creo, nunca lo fue. Igual, there is not wrong answer.

moz: jajajaja, tal vez esas sean las elegidas, suena a "bienaventurados los pobres porque de ellos es el reino de los cielos". Hay esperanza entonces.

gracias por sus elogios, a los tres, yo soy igual que el mundo mediocre y me encanta que me digan cosas lindas.

theremin said...

Ah! Este post iba a empezar diciendo que cuando hacés una sola cosa en tu vida, más vale que esa cosa te salga bien. Después me pareció de autoayuda.

Hernan said...

por eso yo le doy duro a la ensalada de fruta

Berenizz said...

Y si, que vida terrible, tan vacia de alguna manera.
Cuando era chica siempre decia que iba a ser bailarina de ballet, hasta que un dia Padre me dijo que eso significaba muchas dietas, ejercicio diario, levantarse temprano, etc.
Desisti al toque.
Ya era flojita desde chica jaja.

Hernan said...

"flojita"...
Tere, no dejés entrar a cualquiera a tu blog
..."flojita"

Hernan said...

broma

theremin said...

Hice danzas un tiempo no muy largo, soy tan enferma que me encantaba su disciplina y su música. De todos modos, dejé, era caro y era obvio que nunca iba a llegar a ningún lado. Además, me gustaba mucho más la gimnasia rítmica. A veces me encuentro viendo en Youtube videos de Carolina Pascual (gimnasta española famosa en los 90)y recordando mi niñez de mallas y cintas...
Siempre fui "flojita" de todos modos, me faltaron 5 pa el peso como se suele decir.

Que no deje entrar a "cualquiera" a mi blog??? entendí que era broma, dejo entrar a cualquiera, moderaré los coments cuando alguien bardee. (Esaaa, parece casi una provocación al bardo!)

Hernan said...

eso de ser "flojo" tiene que ver con tener un lugar a donde volver y estar cómodo. Cuando afuera no hay nada, ser "flojito" no existe.

lombriza said...

aaY Hernan... se malentendiende, se malentiende. Es muy gracioso, sos como un falso tonto que bardea en blogs jajajajajja.

Que personaje!!

Hernan said...

no es broma, es lo que pienso...no sé, tanto que te gusta Bukowski a vos, es algo, que mal que mal, él dice
...y no seré tan falso entonces.

estudiante crónica said...

Un profesor de sociologia del CBC nos dijo una bvez que todos cumpliamos diferentes roles: estudiantes, trabajadores, pareja, hijos, padres, etc. cada uno hace varias cosas, y cuando lo va mal en alguna, en las otras le va mejor y, de alguna manera, compensa. Si te va mal en todas...te queres matar.
Por eso ser bailarina debe ser terrible: ES LO UNICO QUE HACES.
Yo ahora soy solo estudiante, y es mad facil que ser bailarina, y ...se complica.

Anonymous said...

Pero que te pasa nena!?!?!?!
Quién te pensás que sos para estigmatizarnos de esa cruel manera? Somos personas normales que nos esforzamos para progresar, como en cualquier profesión.