Wednesday, September 27, 2006

Lost in Translation

El sábado a la mañana madre me manda una encomienda. Son unas revistas de moldes para coser que le pedí la semana pasada.
Como madre es muy obsesiva, además del enorme sobre de papel madera grueso que contiene todas las revistas, cada una de ellas está a su vez envuelta en abundante papel de diario. Y así es como llega a mis manos una nota acerca de Morrisey del diario Clarín de algún día de fines de julio (la página estaba cortada por la mitad, le faltaba la parte superior).
La nota se llama "El atormentado Morrisey vuelve a hablar de amor", haciendo referencia a su nuevo disco Ringleader of the Tormentors (traducción aproximada: el paladín de los atormentadores, NO de los atormentados -gracias gandolfo, por habermelo aclarado en medio de un after, aunque al otro día me costó mucho acordarme de lo que me habías dicho-).
Empezamos, entonces, mal. Luego dice "El melancólico cantante británico interpreta canciones que hablan del amor, la ambigüedad sexual (es gay, ¿de que ambigüedad estamos hablando???) combinada con ciertas anécdotas de la infancia" (no las encontré, pero debo decir que tampoco escuche tanto el disco). Nunca menciona algo fundamental: el disco fue grabado en Roma, ciudad a la que hace permanente referencia. (Piazza Cavour, what's my life for).
Entonces empieza a hacer un relato de todos los temas del disco, y he aquí mi horror ante lo siguiente: "la cuarta canción se llama 'The youngest was thed most loved' que quiere decir que el primer amor fue el mejor..." (the youngest was the most loved significa: el más joven fue el más amado!!!) "...y en su estribillo escuchamos un coro de niños que dice 'no hay nada mejor en esta vida..." (el coro de niños dice there's is not such thing in life as normal: no hay nada NORMAL en esta vida).
O esta persona no sabe absolutamente nada de inglés (cosa que no me extrañaría) o lo que me enseñaron en ocho años estaba equivocado...
Al fin y al cabo, termino comprendiendo a la gente que me dice que solo lee autores hispanos porque no se fía de las traducciones. Bueno, vamos a creer que se trata de un caso extremo de ineptitud y que en general no son tal malas. De todos modos, qué feo es perderse, en las traducciones, los juegos de palabras de algunos escritores yanquis geniales...

Tuesday, September 19, 2006

DIRTY TALK*




Tengo la impresión de que hay una especie de mito que afirma que las mujeres, cuando nos juntamos “entre amigas”, hablamos todo el tiempo de hombres y de sexo. Sobre todo de sexo. Y si bien debo decir que, en primer lugar, tengo muuuuy pocas amigas a las que veo seguido y, en segundo, que casi no hablo de sexo con ellas, creo que hay cierto tipo de mujeres que ha llevado a que el mito parezca cierto. Lo que es real es una cosa: sean hombres o mujeres, la gente que solo habla de sexo es porque no tiene nada mejor de que hablar. “El sexo vende”, es muy cierto, y es un tema siempre jugoso que puede ser y es utilizado hasta el cansancio para impresionar a casi cualquier persona adulta, especialmente si es vulgar.

Es terrible descubrir cada tanto la existencia de esas mujeres que solo hablan de sexo, o sea, habiendo tantas cosas interesantes de que hablar (y por favor no crean que me estoy haciendo la superada o la “profunda”, me refiero de hecho a banalidades, pero DE OTRO TIPO) yo que se, la discoteca que tenía el sujeto en su casa, la sensación de irse juntos en un auto, o la tensión previa al “arreglotucasaolamía”… es decir, comparando con esas "pequeñas cosas" , resulta poco interesante y básicamente innecesario preguntar detalles tremendos acerca de la actitud sexual, la marca del forro, el tiempo que demoró o cuantas veces lo hicieron (y para qué hablar de las trilladas preguntas acerca del tamaño). Sobre todo porque la vida, let’s face it, no es Sex and the City y nadie que yo conozca se parece en lo más mínimo a Carrie Bradshow y muchísimo (pero muchísimo menos) a Samantha.


No obstante, los desagradables interrogatorios por parte de otra gente no son lo peor que a uno le pueda pasar, ya que siempre se puede hacerse el boludo, contestar con evasivas o aprovechar la situación para divertirse y ser deliberadamente sarcástico. Lo que sí es terrible en serio es que a uno lo tomen de punto para contarle con demasiaaaaados detalles todas esas cosas que uno, que no es un puritano cuáquero pero tampoco un imbécil, simplemente no quiere saber.

Hace unas semanas me encontré con una chica a la que no veía hacía varios meses y que, por alguna razón que todavía desconozco, (no soy rica, ni buena, ni demasiado interesante o comprensiva, y no recuerdo haber hecho absolutamente nada por ella) me adora y me vive diciendo que soy una de sus mejores amigas, cosa que me incomoda sobremanera. Como dije, hacía meses que no conversábamos, y me ilusioné cuando me llamó para que nos viésemos, ya que solía divertirme bastante con (y a expensas de) ella.


Así que fui después de clases a su bonito departamento de barrio norte, donde estaba con su novio (un sujeto que en los primeros diez minutos me preguntó de que marca eran mis zapatillas y cuanto pagaba de alquiler), su hermana y su prima (una chica igual, pero igualita a Britney Spears) ambas de dieciocho años. Cuando llegué, agotada de caminar con cuatro libros pesados en mi sucio bolso, obviamente despeinada y con el delineador que me había puesto doce horas antes casi inexistente, saludé educadamente, pedí un vaso de agua y me senté en el único sillón libre del living. El novio, gracias a dios, se fue rápido y las chicas retomaron su conversación: hablaban de jeans y yo, que solo tengo tres y bien comuncitos, no tenía realmente mucho que aportar. La chica igual a Britney decía que “no hay nada como los Ricky Sarkany” pero mi amiga afirmaba muy seriamente que a ella, “que tiene poco culo”, le quedan increíbles los Rapsodia. (Yo estaba aprendiendo que había una marca que se llamaba así y me imaginé graciosos vaqueros con push up en las nalgas). Todo esto tenía de fondo un disco de Sabina que cada tanto era tarareado por alguna de las chicas, mientras otra decía que “Es un poeta increíble. Muchísimo mejor que Arjona” (bue, por lo menos coincidíamos en que alguien es mejor que Arjona).

Cuando ya empezaba a aburrirme como un hongo y me había fumado tres cigarrillos, la conversación tomó otro rumbo. La hermana de mi amiga empezó a hablar de anticonceptivos. Su novio, que no vive en la ciudad y a quien ve bastante poco, le había dicho que las pastillas eran lo más seguro, pero ella temía que en realidad el no quisiera usar preservativos por comodidad (¿?).

Se armó una gran discusión hasta que saltó el tema de la virginidad y lo importante que era sentirse respetada por “el primer hombre al que te entregues” (textual, les juro, textual, y yo que no escuchaba ese término desde la telenovela María la del barrio en 1994). Pero hasta ahí la cosa era bastante tolerable. Lo feo feo empezó cuando la chica igual a Britney nos contó una terrible experiencia de eyaculacion precoz con él (digamos, su novio) por estar este en estado de ebriedad (los detalles, que eran muchísimos, me los perdí. Solo imaginaba a Britney Spears cogiendo con Barney de los Simpson). Luego nos confesó, sin demasiados problemas, que solo había tenido dos orgasmos en su vida. Mi amiga dijo que era bastante normal, que el sexo iba mejorando cuando uno se hacía mas grande, y me miró buscando coincidir, por lo cual afirmé (sin coincidir) con la cabeza. Pero después aclaró que con su novioelmaterialista de hace seis meses solo había tenido cuatro orgasmos, “y después de mucho esfuerzo”. Entonces pasó a aclarar en qué consistía exactamente el esfuerzo. También nos contó las posiciones, las técnicas y las fechas en las que dicha sucesión de sucesos había sucedido. Yo sentí lástima por ella, claro, eran tan poquitos, como no los iba a recordar. Pero luego mi sensación cambió y dicha lástima se transformó súbitamente en una densa repulsión: la muchacha empezó a hacer confesiones respecto a cantidades y calidades de todo tipo de cosas... y a continuación las diferencias entre los orgasmos afuera y adentro. Las jovencitas no le sacaban los ojos de encima, y solo faltó que alguna de ellas tomara un cuaderno y un lápiz y se pusiera a anotar los numerosos tips (probablemente sacados de la Cosmopolitan del mes pasado que encontre en el baño).

Fue entonces que se me nubló la vista y (felizmente) se me taparon los oídos. Solo atiné a encender un cuarto cigarrillo y a ponerme a hojear la revista del cable.

* Sé que esta expresión es usada generalmente para describir las cochinadas que la gente se dice antes de y durante el acto sexual. Pero, para relatar lo desagradable que me resulta la gente que habla/pregunta demasiadas cosas acerca del sexo “solo por curiosidad”, no se me ocurrió un mejor título.

Sunday, September 17, 2006

BURGUESIA



La rubia y la morocha son hermanas. Están entre la adolescencia y la adultez, viven solas en un depto de dos dormitorios y son (felizmente) mantenidas por sus padres. Dadas las circunstancias, cada comienzo de mes se ven obligadas a tomar la tarjeta de débito y partir hacia el supermercado a comprar los víveres (antes de que sus padres lean este post y se los corten para siempre).
El lunes por la mañana, entonces, se levantaron bien tempranito, se tomaron unos cafés y se fueron a realizar la compra del mes. En la puerta del supermercado, la rubia propone tímidamente:
_Acordate que hace falta algodón. Podríamos comprar ese algodón que viene en pelotitas de colores pastel.
Ante el comentario, la morocha se pone muy seria, se detiene y le dice a su hermana (dos años menor).
_No, nena, hoy no. Hoy vamos a ser conscientes del esfuerzo de nuestros padres, vamos a revisar bien cada precio, vamos a comparar con los de los demás supermercados y vamos a comprar lo estrictamente necesario para sobrevivir hasta fin de mes. Ya somos grandes, basta de pelotudeses. Basta.
Una hora y media después, la rubia y la morocha tomaban un taxi hacia su casa cargadas de bolsas que contenían algunos alimentos en su mayoría de plástico (cajas de cereales de chocolate, hamburguesas, queso rallado, cafémuchocafé, un par de cajas de leche, puré de papas en bolsa, salchichas, ketchup, varios paquetes de fideos, muchas cajas de puré de tomate, latas de atún y paté) y los siguientes productos, que terminaron espontáneamente subiéndose a su carro cuando se acercaban al sector del algodón:

- Algodón.
- Algodón en pelotitas de colores pastel.
- Demaquillante de ojos.
- Toallitas demaquillantes de ojos.
- Jabón de coco.
- Gel para limpieza del rostro.
- Exfoliante suave.
- Esponja.
- Esponja vegetal.
- 3 cepillos de uñas porque duran poco.
- Desodorante roll on.
- Desodorante en aerosol.
- Sales de baño.
- 2 jabones líquidos para ducha (la rubia quería el violeta, la morocha quería el verde y no hubo forma de que se pongan de acuerdo).
- 2 champús (la rubia compró uno para ella porque el que tenía en su casa casi nuevo “le deja feo el pelo”. La morocha compró uno para ella porque le gustó el olor).
- Crema para peinar y,
- Gel para el pelo (ninguna de las dos usa semejante cosa, pero a esa altura que hacían cinco pesos más).

Se acercaron a la caja, un poco preocupadas por el considerable exceso de gasto en frivolidades. Pero cuando estaban en la cola, la rubia vio algo increíble cerca de la caja: una cortina de baño blanca con corazones rojos. A pesar de que se habían mudado hacía dos meses, y por lo tanto su cortina de baño era técnicamente nueva, esta era sencillamente hermosa, y no había nada que hacer. Costaba veinticinco pesos y había que llevarla. La morocha se opuso.
_No, no, ya llevamos demasiadas cosas. _Dijo como tomando conciencia de la situación. _En la cuenta solo quedaban doscientos pesos y no nos van a alcanzar los fondos para pagar esto. _Agregó muy seria.
Pasaron todos los productos que llevaban y se encontraron con una cifra grande pero feliz: 175 pesos.
_Ah, mirá. _dijo la rubia con tono inocente. _Tenemos veinticinco pesos todavía.
_Sí. _en el silencio que se hizo la tensión era insoportable. El aire se cortaba con cuchillo. A las dos les transpiraban las manos. _Bueno traéla.¡Pero rápido!
Una vez en casa, habiendo quedado con cero pesos en la cuenta corriente y mucho olor a plástico nuevo en su baño, la morocha se arrepiente un momento y recuerda que había que pagar el teléfono (cuenta larga y terrible, por cierto). Pero la rubia, buscando una bolsa lo suficientemente grande como para tirar su vieja cortina de baño sin onda, sonríe a su hermana dice:

_Y bueno, somos chicas. Necesitamos cositas.

Tuesday, September 12, 2006

INFLUENZA

Entre los clichés de autoayuda más en boga desde hace muchos años, hay dos que son particularmente clichés y particularmente absurdos:
a) uno tiene que serunomismo. Ok??? Se vos misma, te dice tu mamá, tus amigas, las viejas new age y los profesores de teatro. Se vos misma y todo va a salir perfecto.
Ahora bien, alguien puede explicarme que demonios ES ser uno mismo??? Bue, el tema es largo, complejo y no tengo ganas, asique pasemos al cliché numero dos:
b). uno tiene que aceptaralasotraspersonascomorealmenteson. Aquí nos encontramos básicamente con dos problemas. ¿como son realmente las otras personas? Y en segundo lugar, ¿por que deberiamos aceptarlas como son?
Sobre todo porque esto es muy pero muy difícil. Es ridículo pretender que uno no tenga ninguna influencia en los demás, que las personas sean ya desde un principio de una determinada manera y no se afecten de ningún modo unas a otras.
Es cierto, hoy soy fanática de Belle & Sebastian, pero el primer disco alguien me lo dio, alguien me dijo "esto está bueno" , lo acepté y a partir de allí, con otras influencias, fui buscando tambien otras cosas que me gusten.
No se puede pretender cambiar a las personas, de acuerdo. Pero todo es una constante transformación y es absurdo pensar que no cambiamos.
Una cosa si es cierta: creo firmemente que el número de personas con las que uno se siente verdaderamente bien y quiere estar a lo largo de su vida es muy pero muy limitado. En todos los otros casos, se dan las siguientes situaciones:
El jueves pasado me llama una amiga con un problema muy serio: al día siguiente cumplía un mes con su novio y no sabe que regalarle. El sujeto es un buen chico, respetuoso, 22 años, estudiante de derecho, católico, deportista, familia de abolengo, auto lindo (prestado por el padre), casa en el cerro, etc.
Conociendo estas características esenciales, tiro un par de opciones: una camisa ("no se el talle"), un cinto ("tiene millones") un perfume ("demasiado caro"). Al final me dice, "bueno, no se, me voy al centro y ya se me ocurrirá algo".
A la tarde la llamo. Luego de mucho caminar y pensar, le había comprado Rayuela.
¿Pero ese chico lee??? Pregunto yo.
"No mucho, bueno, por algo tiene que empezar".
Ves? Le digo. Ya entraste en la etapa en la que te estoy conociendo, no me convence como sos e intento cambiarte.
Ella solo se ríe. Sabe que tengo algo de razón.

ADIOS, INVIERNO, ADIOS.



El miércoles es el día más angustiante de mi semana.


Trato de buscar las causas en las cuestiones prácticas: por ejemplo, que durante todo el primer cuatrimestre tuve dos clases con tres horas libres entre ambas y, como vivo relativamente lejos de la facultad, me conviene más quedarme que volver a mi casa por un par de horas y gastar el doble en colectivo (medio de transporte que detesto casi tanto como los taxis).

Por otro lado, los jueves tengo dos clases prácticas para las cuales siempre hay que leer muchos textos, y me exaspera tremendamente no poder concentrarme para leerlos los miércoles en la biblioteca de la facultad.

Por ultimo, salgo tarde, cansada y muerta de hambre, y generalmente llego a una casa vacía donde casi nunca hay nada interesante que comer ni ninguna película buena en el cable (aunque, debo decir, hay excepciones en el primer plano i – sat).

Pero la verdad es que no podría decir una razón única y verdadera para que este día en la mitad de la semana me ponga triste.
Hace dos o tres miércoles tomaba un café sola en el único lugar horrendo en donde se podía (el bar de odontología, en el cual, por cierto, está prohibido fumar) cuando la angustia me invadió como nunca, tomándome por sorpresa en medio de una frase de un libro (académico) que leía.

Decidí que necesitaba urgente y paradójicamente dos cosas: aire fresco y un cigarrillo.
Compro un marlboro suelto en el kiosco y me voy caminando al parque. Son las seis y falta una hora y media para la clase.
Busco un lugar en el césped detrás de la facultad de psicología y me siento encima de la campera de jean. Tengo unas ganas increíbles de sacarme las zapatillas y pisar el suelo descalza, pero no lo hago.

Pienso en cómo un pedazo de naturaleza (aunque sea césped sembrado en un parque, y aunque no soporto los lugares sin rastros de civilización) de pronto me hace sentir bien. Enciendo el cigarrillo y lo fumo tranquilamente.

Muy lejos, veo algunos estudiantes caminando hacia sus casas y unos cuantos autos atravesando la avenida. Entonces me doy cuenta de algo obvio: estamos en agosto, es un día de frío y sol y del cielo cae una especie de polvo negro. No. No es polvo. Son pedacitos de una sustancia que se forma producto de la quema de caña de azúcar. “Es la zafra”, dice la gente en la calle. Termino el cigarrillo y me acuesto. Miro el cielo y la sensación es la misma que al ver nevar: por más que uno se concentre y aguce la vista, no se puede saber exactamente de dónde vienen los copos. Los pedacitos negros caen encima de mí y se deshacen cuando los toco. Algunos son grandes, casi como hojas de un árbol. La mayoría son mínimos, parecen pequeños trozos de carbón. Cada uno tiene una forma diferente y una manera distinta de caer. Mientras unos lo hacen caóticamente, sin ton ni son, otros giran de forma armoniosa, algunos son alargados y tienen pequeñas prolongaciones que aletean graciosamente.

No puedo dejar de mirarlos.

Pienso en lo insalubre que es estar acostada donde estoy.
Pienso que esto es la contaminación en su estado más puro y sin embargo me siento feliz.
Pienso en Londres, en Manchester y en la primera revolución industrial.
Pienso en mis dudas y en que no tengo ganas de ir a clase.

Entonces pasa cerca mío un hombre con un niño de seis o siete años. Van de la mano. El pequeño mira el cielo y dice.

_Papá, ¿Por qué acá la nieve es negra?

El padre no contesta. Quizas está pensando en otra cosa.

Pero yo, que no puedo sacarme la pregunta de la cabeza, me voy pensando que tal vez esta ciudad es tan fea que, no conforme con castigarnos con calor en invierno, nos manda una especie de nieve que no es nieve.
Porque no es fría ni blanca ni limpia, sino precisamente todo lo contrario.

Tuesday, September 05, 2006

SER MODELO ES COSA SERIA


Si alguno de ustedes tiene una más o menos importante obsesión – adicción por las series de tv yanquies como yo, se habrá dado cuenta de que, por lo general, hay cuatro o cinco meses de receso entre el final de una temporada y el comienzo de otra. Generalmente en los finales de temporada pasan cosas increíbles (caso típico en Gilmore Girls: Lorelai se separa de Luck y se acuesta con Christopher, el padre de Rory!) y uno piensa mucho en ello los primeros días, pero luego con el tiempo se le pasa, se dedica a ver algunos capítulos viejos y casi ni piensa en lo que vendrá, hasta que en octubre empiezan a pasar las propagandas de la próxima temporada y uno empieza a ponerse cada vez más ansioso.

Pero en realidad quería hablar de algo que no es exactamente una serie, sino más bien un reallity show en el que no dejé de pensar desde que a Naima, la chica de la cresta que ganó la cuarta temporada, le mostraron su foto enorme arreglada con photoshop, indicándole de ese modo que era la acreedora de un contrato por doscientos cincuenta mil dólares con la empresa Ford Models, una campaña publicitaria con Gil Bensimon y ser la nueva cara de la línea de maquillaje Cover Girl. Khalen, la perdedora que también era hermosa, no se llevó nada, que yo sepa.


Pero la cuestión es que la quinta temporada de America’s Next Top Model (la dan todos los miércoles a las 21:00 por Sony Entertainment Televisión. Yo a esa hora tengo clase de historiografía y solo me queda verla ese mismo día a la una de la mañana o los domingos a las 12 del mediodía. En ambos horarios generalmente estoy dormida, -los miércoles porque soy ñoña y en la semana me acuesto temprano, los domingos por razones obvias- pero ahora hago el esfuerzo y religiosamente lo veo. Porque no es solo un programa. Es una religión). Y todavía no sabemos bien qué pasará con estas chicas, pero en lo que a mí respecta,

I just can’t wait.


Tenemos de todo un poco. Desde la blanquita bien estúpida (Nicole, carita de muñeca, nariz perfecta, expresión de “no me preguntes, solo soy una chica”) hasta la regordeta Kim, que es interesante y linda pero fundamentalmente gay (vieron esas personas gays que lo primero que dicen cuando uno los conoce es que son gays, aun muchísimo tiempo antes de que uno quiera saber que de hecho son gays, más gays que el resto de los gays. Y no es que tenga algo contra los gays, por favor no me malinterpreten). En el medio, hay una negra buenita (Bre), una negra medio mala que se lleva el mundo por delante (Nik), una flaca que me encanta que tiene unas cejas enormes y brazos musculosos (Corin), una gorda que nadie entiende muy bien que hace ahí porque además de ser gorda es una pésima modelo (voto porque haya un concurso de modelos gordas. Si no, se presta a que uno diga que sigue ahí solo porque es gorda y le tienen lástima, y si la sacan van a decir que la sacaron porque es gorda y las demás son flacas) y un montón de otras chicas que no llaman demasiado la atención ni creo que ganen.


Es interesantísimo ver a lo largo de cada capítulo como las chicas seenfrentanaretosdificilísimos como correr en una cinta, caminar con ojotas, maquillarse sin espejo o dejar que les corten el pelo como quieran (entiéndase: como quieran los mejores estilistas del mundo). Así, hemos visto en la temporada pasada a la pobre Lluvy, esa hermosa chica con cara de actriz de los años treinta irse porque no salió bien en una foto (que le sacaron con un short de jean y una remera rota, en una especie de potrero lleno de barro, con gomas de tractor y viento y agua cayéndole encima), o despedimos a Cassandra porque, habiéndole cortado ya su espantoso pelo eternamente castaño y lacio, le dijeron que se lo cortarían dos centímetros más y no quiso, por lo cual se fue voluntariamente.


Capítulo tras capítulo, Tyra Banks (que les lleva quince años y aún así les rompe el culo a todas) va despidiendo a las chicas que nosabenloquequieren, nosecomprometenconelmodelaje (cosa seria) o simplemente nomuestranlasuficienteenergía. Pero, enfrentémoslo. Las que hasta ahora se fueron, son las más feas. Mejor dicho, no exactamente las feas, sino esas que son demasiado flacas, buenas, inexpresivas o que no generan quilombo. Porque cuando son dos lindas las que quedan (pongamos por ejemplo el último capítulo, estaban Sarah y Kim) siempre echan a la menos problemática. Y como Kim es gay, si, ya lo sabemos, eso necesariamente generará problemas. Se puede enamorar de alguna, romper corazones o simplemente seguir expresando hora tras hora lo confundida que está acerca de quien es, y usando esas camisas con corbatita y pullover escote v (aunque se sepa que hace treinta grados porque las demás están en musculosa). Hay un par de consejos de Tyra que rescato después de todo, como eso de no hablar de tus defectos porque se notan más o si hacés una boludes, hacer como si no pasara nada.


Lamentablemente, estamos en el tercer mundo a donde todo llega con un año de atraso, y por lo tanto a través de internet ya sé quien va a ganar (era obvio) . Pero de todos modos mañana a la noche me compro un chocolate y espero con ansiedad que sea la una, preguntándome quien será la próxima víctima.