Hace dos semanas que no tengo cable. No lo pagué (por pobre pero más por colgada) y tampoco llamé para que me lo reconecten (por colgada pero más por pobre).
The thing is, que solo tengo canal 8 (Telefé) y canal 10 (Canal 13). No voy a perder el tiempo describiendo las atrocidades que dan todo el día (para mi es buenísimo porque estudio más que nunca y en dos días me comí casi toda la “Conjura de los necios” de John Kennedy Toole).
Puedo decir que lo único rescatable es Duro de Domar, un poco Televisión Registrada y, sin hilar demasiado fino, Amas de Casa Desesperadas, que no está del todo mal salvo por la “actuación” de la pobre Araceli, que debe medir medio metro más que Eva Longoria pero a quien, paradójicamente, lo le llega ni a los talones.
Pero el otro día llego del centro a la noche y mi hermana me dice que me siente, que estaba por empezar Mujeres Asesinas. Hacía un año que toooodo el mundo me hablaba de ese unitario, ya están dando la segunda temporada y hasta salieron los libros!!!! (porque las mujeres argentinas leen, que quede claro).
Yo nunca había visto el programa y decidí que, dadas las circunstancias, era el momento de hacerlo.
La estructura era una débil serie de patéticos diálogos que parecían escritos por un retardado mental en un viaje de diez minutos en colectivo. La historia era más boba que el cuento de Caperucita Roja. No tenía ningún tipo de vuelta de tuerca y mucho menos algún rasgo sorprendente o imprevisible. De hecho, se podía contar desde el comienzo hasta el final con solo ver la propaganda.
Los personajes parecían estereotipos de estereotipos. La chica protagonista era Rosa (la hermosa Eleonora Wexler). LA BUENA. Una chica muy bien, responsable, que trabaja y vive con su madre en una casa grande y tradicional con bizarros empapelados de flores que denotan una antigua condición de clase media – alta. Es la mujer más buena del mundo. No mataría ni a una mosca.
Rosa está de novia con Lautaro (Nicolás Pauls). UN HIJO DE PUTA. No solo la hace abortar en cuanto se entera de que ella está embarazada, (y ella lo hace, porque es muuuuuy buena y está muuuuy enamorada), sino que luego la engaña con Alejandra, la mejor amiga de Rosa a quien conoce en el gimnasio (menos mal que no se chocaron en la calle y se les cayeron los libros, creo que hubiera sido demasiado). La deja a Rosa, con quien estuvo ocho años de novio. Cuando ella le pide llorando que hablen no le importa nada de nada, y dice “que se arregle”. Se va a vivir inmediatamente con su nueva novia, quien se queda embarazada, lo cual lo hace inmensamente feliz. Aún así, se acuesta un par de veces más con Rosa, porque tiene tan pocos escrúpulos que no le importa cogérsela aunque sepa que ella está enamorada de él y su novia esté embarazada.
El personaje de Alejandra (la muy muy hermosa Antonella Costa) es, pobre, el peor de todos. UNA PERRA. No conforme con robarle el novio a la mejor amiga y darle sexo oral en el baño del gimnasio, se queda embarazada y, cuando se la encuentra a Rosa por casualidad, no siente el más mínimo remordimiento por lo que pasó y la sobra como la mejor. Cuando Lautaro le cuenta que Rosa intentó matarse (es mentira, él se la estaba cogiendo) ella contesta “Y bueno si se quiere matar que se mate”. Hasta aquí nadie puede CREER en lo más mínimo nada de lo que está pasando, ¿verdad?
Pero he aquí “el giro” de la historia. Rosa se vuelve loca al darse cuenta de que Alejandra está embarazada y empieza a idear un plan terrible.
Lo llama a Lautaro para devolverle sus cosas. Lo hace pasar y lo seduce para acostarse con él. Pero cuando están por tener sexo (en las sábanas que se habían comprado para cuando se casen) ella se levanta, agarra una pistola que tenía en el placard y LO MATA!!!! Si, si, señoras y señores, lo mata al hijo de puta, a ese que la hizo abortar, la engañó y la dejó. Porque es buena, ella es buena pero se volvió loca. Ella no tuvo la culpa.
Ah, epílogo. Rosa se intenta suicidar y no puede. Una voz en off dice que paso muchos años en la cárcel y después de salir se puso una fundación contra la violencia familiar. Es que era buena, insisto, la culpa de todo la tuvo ese desgraciado que no merecía menos que la muerte.
No volví y probablemente no volveré a ver Mujeres Asesinas porque, como dicen, para muestra, basta un botón.
Lo único que puedo decir es que extraño Futurama. Mucho.