Sunday, November 26, 2006

10 posibles temas de tesis doctoral

Dedicado con cariño a los sres. Rosso y Ternavasio, y a mi amiga Nangoldin, que lee pero no comenta.


1- El blog como sistema de desarrollo del ego y sublimación de la histeria.

2- El mensaje de texto como sistema de representación simbólica.

3- El After electrónico como espacio de sociabilidad.

4- El cuarenton: ¿Juventud perdida o experiencia ganada? Aproximaciones desde la teoría de los campos etarios.

5- El culotte como elemento de liberación femenina. Un horizonte teórico desde la perspectiva de Bourdieu.

6- Condiciones socio - históricas que llevaron a que una revista femenina se llame "Burda".

7- El vodka con Speed como elemento constructor de relaciones socio-sexuales.

8- El recital pop como espacio de construcción de la masculinidad.

9- Las escuelas de cine y diseño como semilleros de gente normal devenida en "cool".

10- La revista Cosmopolitan: ¿libertad de expresión o sexismo barato?

SE ACEPTARÁN SUGERENCIAS.

Friday, November 17, 2006

Killer Women



Hace dos semanas que no tengo cable. No lo pagué (por pobre pero más por colgada) y tampoco llamé para que me lo reconecten (por colgada pero más por pobre).

The thing is, que solo tengo canal 8 (Telefé) y canal 10 (Canal 13). No voy a perder el tiempo describiendo las atrocidades que dan todo el día (para mi es buenísimo porque estudio más que nunca y en dos días me comí casi toda la “Conjura de los necios” de John Kennedy Toole).
Puedo decir que lo único rescatable es Duro de Domar, un poco Televisión Registrada y, sin hilar demasiado fino, Amas de Casa Desesperadas, que no está del todo mal salvo por la “actuación” de la pobre Araceli, que debe medir medio metro más que Eva Longoria pero a quien, paradójicamente, lo le llega ni a los talones.

Pero el otro día llego del centro a la noche y mi hermana me dice que me siente, que estaba por empezar Mujeres Asesinas. Hacía un año que toooodo el mundo me hablaba de ese unitario, ya están dando la segunda temporada y hasta salieron los libros!!!! (porque las mujeres argentinas leen, que quede claro).
Yo nunca había visto el programa y decidí que, dadas las circunstancias, era el momento de hacerlo.
La estructura era una débil serie de patéticos diálogos que parecían escritos por un retardado mental en un viaje de diez minutos en colectivo. La historia era más boba que el cuento de Caperucita Roja. No tenía ningún tipo de vuelta de tuerca y mucho menos algún rasgo sorprendente o imprevisible. De hecho, se podía contar desde el comienzo hasta el final con solo ver la propaganda.

Los personajes parecían estereotipos de estereotipos. La chica protagonista era Rosa (la hermosa Eleonora Wexler). LA BUENA. Una chica muy bien, responsable, que trabaja y vive con su madre en una casa grande y tradicional con bizarros empapelados de flores que denotan una antigua condición de clase media – alta. Es la mujer más buena del mundo. No mataría ni a una mosca.

Rosa está de novia con Lautaro (Nicolás Pauls). UN HIJO DE PUTA. No solo la hace abortar en cuanto se entera de que ella está embarazada, (y ella lo hace, porque es muuuuuy buena y está muuuuy enamorada), sino que luego la engaña con Alejandra, la mejor amiga de Rosa a quien conoce en el gimnasio (menos mal que no se chocaron en la calle y se les cayeron los libros, creo que hubiera sido demasiado). La deja a Rosa, con quien estuvo ocho años de novio. Cuando ella le pide llorando que hablen no le importa nada de nada, y dice “que se arregle”. Se va a vivir inmediatamente con su nueva novia, quien se queda embarazada, lo cual lo hace inmensamente feliz. Aún así, se acuesta un par de veces más con Rosa, porque tiene tan pocos escrúpulos que no le importa cogérsela aunque sepa que ella está enamorada de él y su novia esté embarazada.

El personaje de Alejandra (la muy muy hermosa Antonella Costa) es, pobre, el peor de todos. UNA PERRA. No conforme con robarle el novio a la mejor amiga y darle sexo oral en el baño del gimnasio, se queda embarazada y, cuando se la encuentra a Rosa por casualidad, no siente el más mínimo remordimiento por lo que pasó y la sobra como la mejor. Cuando Lautaro le cuenta que Rosa intentó matarse (es mentira, él se la estaba cogiendo) ella contesta “Y bueno si se quiere matar que se mate”. Hasta aquí nadie puede CREER en lo más mínimo nada de lo que está pasando, ¿verdad?

Pero he aquí “el giro” de la historia. Rosa se vuelve loca al darse cuenta de que Alejandra está embarazada y empieza a idear un plan terrible.
Lo llama a Lautaro para devolverle sus cosas. Lo hace pasar y lo seduce para acostarse con él. Pero cuando están por tener sexo (en las sábanas que se habían comprado para cuando se casen) ella se levanta, agarra una pistola que tenía en el placard y LO MATA!!!! Si, si, señoras y señores, lo mata al hijo de puta, a ese que la hizo abortar, la engañó y la dejó. Porque es buena, ella es buena pero se volvió loca. Ella no tuvo la culpa.
Ah, epílogo. Rosa se intenta suicidar y no puede. Una voz en off dice que paso muchos años en la cárcel y después de salir se puso una fundación contra la violencia familiar. Es que era buena, insisto, la culpa de todo la tuvo ese desgraciado que no merecía menos que la muerte.

No volví y probablemente no volveré a ver Mujeres Asesinas porque, como dicen, para muestra, basta un botón.

Lo único que puedo decir es que extraño Futurama. Mucho.

Friday, November 10, 2006

La sessantina



Bien parecido, trabajador, inteligentísimo, estoy casi segura de que ya nunca voy a conocer un chico como él.

Tuvo una vida extraña y peculiar.

A los cinco años, él y su familia emigraron de España.
A los diez, tras regresar de la escuela donde compartía con su hermana una caja de seis lápices (pero no La Razón de mi Vida, porque cada alumno tenía que tener el suyo) trabajaba haciendo los repartos de una sastrería.
A los quince, se dedicaba a armar zapatos de lunes a viernes, lo que le daba una buena cantidad de dinero. Lo usaba para ayudar a su familia y darse gustos de adulto, como bailes barriales, noches de tango, cigarrillos caros y tardes eternas en el hipódromo de La Plata, a donde iba, desde Quilmes, en tren.
A los dieciocho se fue de su casa. Dejó una nota escondida y partió hacia Mar del Plata. Estaban llegando los setenta, y ese verano pudo ver a todas las actrices de teatro de revistas posar para las cámaras en las playas, y a Carlitos Balá dando sus primeros pasos como animador de niños, aunque, cual Krusty el payaso, los puteara cada vez que no estaba en el aire.
Pocos años después, decidió buscar nuevos rumbos y, a fines de diciembre, se fue a trabajar a Bariloche por tres meses, y se quedó mas de treinta años. La primera noche lavó platos hasta las tres de la mañana en “El Chancho Negro”, la única pizzería alfombrada del país. Decidió que eso no era para él.
Al día siguiente las cosas mejoraron: consiguió trabajo de adicionista en Llao Llao, el hotel cinco estrellas más prestigioso de la ciudad. Allí, cuatro días más tarde, pasó la fiesta de Año Nuevo más lujosa que hubiera visto jamás. Trabajó y vivió en ese hotel durante siete años. Conoció a quien sería su mejor amigo y salió de parranda todo lo que pudo, casino, Grisú, scotch con hielo. Llegó a tener hasta tres novias a la vez, bueno, eran otros tiempos, las distancias eran largas y no existía tal cosa como el mensaje de texto. Hoy, algo así sería imposible.
Tras dejar el trabajo en Llao Llao, para tener su propio restaurante y trabajar más tarde en otros hoteles, decidió volver a Mar del Plata un verano. Ya estábamos en el año 1984, y él tenía cuarenta años. Una semana antes de volver conoció a una mujer quince años más joven. Se casaron casi inmediatamente. Fueron a vivir a un monoambiente donde nació su primera hija, y luego se construyeron una casita mínima cuando nació la segunda. Emigraron a España en el 90, vivieron cuatro años allí, pero se volvieron a Bariloche. Las niñas crecieron y se hicieron adultas. Se fueron a estudiar fuera de la ciudad, muy lejos de sus padres. A los cincuenta años, compró su segundo negocio gastronómico donde todavía trabaja, todos los días, muchas horas.
Sus días son rutinarios, llenos de actividades.
Los martes se queda en su casa, haciendo algún trabajo que tenga ganas.
Y a los sesenta y dos años, y tras pensarlo durante muchísimo tiempo, lo decidió. Lo decidió y no estaba dispuesto a echarse atrás. Era necesario, lo haría finalmente, qué importaba lo que dijeran.

Se compró una moto.

MI PADRE, se compró una moto.

Thursday, November 02, 2006

El día en que todo ocurrió

Se había levantado tarde y abúlica, y se había puesto a estudiar sin ganas.

Al mediodía, había comido unos fideos con queso porque estaba sola y no quería cocinar.

A la tarde, había ido a la facultad a devolver unos libros y a buscar otros, y luego de allí había ido directamente al centro. Había un festival de cine en la ciudad, y la comedia sobre niños judíos que vio junto a sus dos amigas y a otro montón de gente entusiasmada sería la primera película que viera en el marco de dicho evento.

Terminó cuando ya casi era de noche, y quedaron para salir más tarde. Era jueves, pero estaba todo bien, ya hacía rato que las clases de los viernes no importaban.

Las amigas se habían quedado en el centro charlando con gente y mirando vidrieras, pero ella había preferido volverse a su casa. Tal vez no debería salir. Hacía un tiempo que no la pasaba bien cuando salía. El entusiasmo se había perdido ante la certeza casi absoluta de que todo era más de lo mismo.

No quería salir, y sin embargo fue a bañarse. Se vistió sin ganas, un pantalón cualquiera y una camperita negra. Zapatillas.

Luego de varias llamadas y mensajes de texto, decidieron encontrarse las tres en el centro y comer algo. Así lo hicieron. Se sentaron en un bar, pidieron pizza, papas fritas y una limonada. Charlaron. Rieron. Comieron. Salieron del lugar como a las doce y se fueron al departamento de un conocido, donde se reunía la gente. Como no era lejos, decidieron caminar. Ella comenzó a angustiarse. No quería ver a nadie. De hecho, descubrió que quería irse a su casa. Pero no lo hizo.

Llegaron y tocaron el timbre. Una chica conocida cuyo nombre ella sin embargo no recordaba fue a abrirles. Recorrieron un pasillo y llegaron a un pequeño departamento. Desde antes de abrir la puerta se escuchaban voces fuertes. Demasiado fuertes. Adentro, diez personas. Tal vez doce. Fumaban, bebían. Escuchaban música en un viejo tocadiscos. Las paredes del lugar eran blancas y carecían de decoración. Ella saludó a todos en general, sin detenerse en cada uno. No los miró. Se sentó en un rincón sintiéndose increíblemente angustiada, harta de la misma ciudad, la misma gente, las mismas conversaciones. Alguien le dijo que estaba linda. Sonrió sin ganas. Entró al baño y cerró la puerta, con la esperanza de que las voces no le llegaran tan claras. El espejo era muy pequeño y estaba roto. Quería irse de ese lugar. Ya.
Salió del baño, cruzó el living lleno de gente, finalmente abrió la puerta del departamento y salió al pasillo. Lo recorrió y llegó a un patio donde había unos bancos como de plaza. Se sentó en uno de ellos y decidió esperar allí a que los demás salieran. Encendió un cigarrillo. Debería haberme quedado estudiando.

Alguien le había dicho que cuando uno sale, por lo menos le puede pasar algo. ¿Pero que? ¿Qué podría pasarle? Hacía tiempo que la gente le irritaba, que no quería conversar, que no le gustaba ni le interesaba nadie.

Al fin, los demás empezaron a salir, hasta que el dueño apagó la luz y cerró la puerta.
Sus amigas se le acercaron. Venían con otro chico flaco conocido. Salieron del edificio y se separaron para irse en distintos autos. Ellos tomaron un taxi. Alguien dijo la dirección del lugar a donde iban. Llegaron al cabo de diez minutos de viaje. Las chicas reían y hablaban en francés. Ella no sabía francés y solía enojarse cuando sus amigas hacían eso. Pero nunca lo había dicho. Miró la hora en su celular. La una y media. Bueno, a las cuatro termina. Son dos horas y media. Y no salgo más. Juro que no salgo más.

El dueño del boliche los esperaba en la puerta y los hizo pasar gratis, como siempre. Como todos los jueves desde hacía seis meses. Entraron junto con otro montón de gente que había pagado. La música electrónica de siempre sonaba fuerte. En la pista más grande muchas chicas con tacos y chicos con camisas nuevas bailaban. Ella recorrió el ancho pasillo que llevaba hasta la barra. Sus amigas estaban allí. En el camino, se encontraron. Como lo había visto muy pocas veces, siempre se olvidaba de su cara y la recordaba cuando volvía a verlo. El era, probablemente y por un millón de razones, la persona que menos esperaba ver en ese lugar a esa hora.
La detuvo agarrándola por el antebrazo.
_Hola, no? _ Le dijo.
Ella sonrió con ganas y probablemente se le iluminó el rostro por un instante, sin que casi nadie lo note.
_Hola. _Le respondió. _Que bueno verte.